Posted BY Reconoce MX
17 noviembre, 2014
Cultura
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#FIGLeónDesdeElAire: Día tres

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Por Katia Stephanie Ibáñez Del Rivero.
Fotos cortesía de Mactzin Gerling.

¿Conocen esa sensación de cuándo tienes un día tan largo que sientes que las cosas que hiciste en la mañana fueron días atrás? ¿Esa sorpresa cuando recapacitas y piensas “Oh, eso fue hace unas horas apenas”? Bueno, así me sentía el domingo.

#FIGLeónDesdeElAire: Día tres.

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Al igual que los días previos, empezamos antes del amanecer. Sin embargo, había una gran diferencia, no éramos los únicos. El trayecto que en días anteriores nos había tomado diez minutos como máximo, en esta ocasión nos llevó cuarenta. Los días anteriores avanzábamos rítmica y constantemente. Esta vez nos detuvimos varias veces y perdimos de vista tanto al globo que teníamos enfrente como el que venía detrás. Lo que en días anteriores era pasto, esa mañana eran tiendas de campaña tan pegadas entre sí que no entiendo como lograban entrar y salir sin pisar al vecino. Imposible ver el piso por la cantidad de gente que caminaba junto a nosotros.

Motivados por no repetir las fallas del día anterior, inflamos con una agilidad digna de expertos. Nuestros pasajeros eran una mamá y su pequeño hijo de aproximadamente seis años de edad. En menos de 40 minutos el globo ya había despegado y surcaba los aires. Era momento de abandonar el parque y perseguir a nuestro globo. Ilusos.

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Dicen los periódicos locales que llegaron poco más de doscientos mil asistentes ese día. Yo sentía que eran un millón. Había que inflar globos, mantener carriles y permitir el paso de la gente en el mismo espacio. Simplemente no fue suficiente. Hubo al menos 15 camionetas con sus respectivos globos que se quedaron atrapados en el camino por el gentío. Llegaron una hora y media tarde a la zona de despegue justo en el momento que nosotros intentábamos salir. Hicimos lo único que podíamos hacer. Apagar la camioneta y esperar a que los globos pudieran entrar. Entre tripulantes y voluntarios improvisamos vallas humanas para mantener a la gente segura y fuera del paso de las camionetas. Si el conductor se movía un centímetro más allá, era muy probable que apachurrara los dedos de algún visitante distraído.

Una vez que las camionetas terminaron de entrar era nuestro turno de salir. Otras diez tripulaciones esperaban su turno para ir en búsqueda de su globo al igual que nosotros. Los ríos de gente que venían a ver los globos despegar se volvieron incontrolables, los espacios disponibles insuficientes y la paciencia de todos, visitantes, tripulantes y voluntarios escaseaba. El tiempo corría y nuestro piloto nos informaba que estaba próximo a aterrizar. Una piloto brasileña tomó el asunto en sus manos y con señas y un marcado acento puso a todas las personas a trabajar para abrir nuevamente el carril que había desaparecido entre la gente. Metro a metro logramos salir sin lastimar a ningún visitante. No puedo decir lo mismo de los voluntarios y tripulantes. Todos nos llevamos uno que otro pisotón y hubo quién, como en mi caso, recibió golpes y empujones. No lo tomamos personal, las multitudes cobran vida propia y la gente cobarde, egoísta e irrespetuosa se esconde entre las miles de caras.

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Cuando por fin logramos salir no teníamos ni idea de dónde estaba nuestro piloto. Después de un par de minutos logramos establecer contacto por radio y siguiendo otros globos que aún no aterrizaban logramos encontrarnos. Ya en el camino nos relajamos de lo que fue un reto verdaderamente estresante. Nadie se imaginó la cantidad de personas que asistirían al evento ni que justamente ese día se rompería el récord de asistencia al Festival.

Cuando llegamos Dan ya había desinflado por completo el globo y sólo estaba esperando que llegáramos para guardar la tela en el costal correspondiente. Esta es una tarea que definitivamente requiere varias personas, ya que se debe cargar la tela completamente para evitar que arrastre sobre el pavimento y se maltrate.

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Ya de regreso íbamos muy tranquilos riendo y comentando sobre los pormenores de la mañana. Al terminar nuestras responsabilidades y dejar todo listo para el último día de vuelo fuimos a descansar un rato.

Por la tarde volvimos al parque para la Noche Mágica del domingo. Como visitante ves con agrado las linternas de papel de china que vuelan por los aires. Como tripulante o piloto las ves con recelo ya que mientas los globos están inflados o extendidos en el pasto, estas lámparas presentan un riesgo pues pueden prender la tela. Una vez que los globos se han guardado, las linternas se transforman en un espectáculo mágico y el cielo se llena de miles de puntitos de luz. Es un espectáculo digno de ser presenciado.