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¿Lo han hecho, o no?

Columnistainvitado
Por Paty Caratozzolo.

Max Steiner nació en 1888 en Viena, y si no hubiera sido por la Gran Guerra, el mundo del cine nunca hubiera conocido a uno de sus mejores compositores ni nosotros podríamos seguir disfrutando igual viendo «Casablanca».

Steiner logra exiliarse en América donde empieza a componer partituras para los espectáculos de Broadway y luego en Hollywood donde crea la música de decenas de películas famosas, entre ellas «King Kong» y «Lo que el viento se llevó». Los que saben de música dicen que sus obras son “sinfonías acompañadas de película”. La «Suite Casablanca» es una obra de arte en sí misma donde se entrelazan tres temas principales: comienza con una línea de melodía exótica árabe mezclada con algunos compases de «La Marsellesa»; luego lo que será el leitmotiv de la guerra, en una tonalidad menor que transmite angustia y desesperación; y por último el leitmotiv de los amantes, identificado con las notas de «As time goes by».

Es curioso que el imaginario colectivo haya logrado un falso recuerdo mítico de la mezcla de algunas escenas: para empezar «As time goes by» no había tenido ningún éxito desde su estreno diez años antes, luego Doodley Wilson, Sam, era baterista y cantante pero no pianista, así que la escena se tuvo que filmar con un falso teclado y con un verdadero pianista tocando en off y finalmente Rick nunca dice: “Tócala de nuevo, Sam”.

En su libro «Lacrimae Rerum», Slavoj Zizek nos ofrece algunas interpretaciones lacanianas de «Casablanca» que explican esta extraña relación de más de 65 años entre una película tan sentimental y un público tan sensible. Habla de la oposición entre la presuposición y la suposición al referirse a una de las escenas más enigmáticas:

… Ilsa va a la habitación de Rick para pedirle los salvoconductos.
Él se niega y ella saca una pistola para obligarlo.
Él le dice “Vamos, dispara, me harás un favor”.
Ella se desmorona y le confiesa: “Si supieras cuánto te amaba entonces, cuánto te sigo amando”.
Se abrazan en primer plano.
La cámara se mueve y enfoca la ventana durante tres segundos y medio.
En la oscuridad una torre con su reflector dando vuelta.
La cámara enfoca entonces la ventana desde fuera de la habitación
y a Rick con la vista perdida fumando un cigarro…

¿Qué ha pasado en medio, durante el plano de 3 ½ segundos de la fálica torre? ¿Lo han hecho o no?

El genial Michael Curtiz generó dos significados mutuamente excluyentes: Sí lo hicieron (el plano de 3 ½ segundos representa un período más largo de tiempo). No lo hicieron (el plano de 3 ½ segundos corresponde al plano diegético real).

Lo increíble es que funciona perfectamente bien para dos audiencias, la inocente y la sofisticada.

O, es más, funciona perfectamente bien para un solo espectador, nosotros: precisamente porque estamos absueltos de culpa por la línea oficial moralista del relato es que podemos permitirnos esa pequeña fantasía, esa trasgresión fantasmática que tanta satisfacción nos da, porque es secreta.

IMG_5743Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!

 

 

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