La violencia en México no cesa y sigue dejando su huella en todo el territorio nacional. Ya sea por la existencia local de grupos del crimen organizado, el reacomodo de los cárteles donde las autoridades han “descabezado” al grupo predominante, o por la llegada de personas a poblados más seguros que abandonan sus tierras y sus hogares para salvar la vida de sus familias.
A estos últimos los especialistas les han llamado los olvidados de la “guerra contra el crimen organizado”. Son los que nadie ve, los que no ha muerto pero tampoco han desaparecido. Están vivos pero en el limbo. Su vida se ha convertido en un verdadero infierno y sin nada material en que apoyarse mas que su orgullo y dignidad de seguir vivos.
Verónica Oceguera es una joven madre de Buena Aventura, Michoacán, que en 2013 se quedó viuda luego que el crimen organizado matara a su esposo como represalia por no pagar el derecho de piso.
Luego de ésto tuvo que trabajar junto con sus hijos en la pizca de limón para sobrevivir de la pobreza. Al menos esto le permitía seguir en su tierra de origen, pero hace unas semanas volvieron las extorsiones y las amenazas, y ella prefirió salir hacia el norte para tratar de cruzar como “mojada” hacia los Estados Unidos.
“Verónica huyó de Michoacán con la ropa que traía puesta. Esta vez no esperaría a que le mataran a otro miembro de su familia. Pidió prestados cinco mil pesos y el contrato se cerró con un apretón de manos y la promesa de pagarlos cuando consiguiera un permiso para vivir en Estados Unidos”, publicó el portal La Silla Rota.
Ahora se encuentra en Tijuana, esperandouna oportunidad para dejar México por la frontera norte.
Desde hace cinco noches duerme con otras 200 personas en las puertas giratorias para ingresar al vecino país; a la intemperie, en el piso y sobre un cartón. “Aquí me di cuenta que somos muchas familias, la mayoría de Michoacán huyendo de lo mismo que hace tres años”, dice Verónica.
Según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno del Consejo Noruego sobre Refugiados (IDMC), en su «Informe Global 2015: desplazados internos por los conflictos y la violencia«, reportó la existencia en México de 281 mil 400 personas desalojadas de sus lugares por culpa de la de la violencia, del crimen organizado y la corrupción de las autoridades locales.
Otra investigación del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Cámara de Diputados (CESOP), señala que los estados con un mayor número de expulsados o desplazados por la violencia son Tamaulipas con 20 mil, Chihuahua con 2 mil, Guerrero 2 mil 165, Veracruz mil 131, Sinaloa con mil 65, Michoacán 728 y Oaxaca con 250.
Pero la Coalición de Pro Defensa del Migrante ha registrado un aumento constante a partir de mayo de este año en los casos de personas desplazadas por la violencia que llegan a Tijuana, principalmente de Michoacán y Guerrero.
Lo triste de todo esto es que no hay todavía forma de saber cuántos desplazados ha dejado la violencia en México. Organizaciones sociales intentan hacer un balance y un censo, pero aún no logran cuadrar las cifras; las autoridades no tienen ni idea de lo que sucede y la Comisión Nacional de Derechos Humanos asegura que la cifra de desplazados puede superar los 150 mil casos.
Si tomamos en cuenta la cifra del IDMC, de 281 mil 400 personas desplazadas, es tan escalofriante la suma como el hecho de que la ciudad de Pachuca –que según el censo del INEGI tiene 256.584 habitantes– se hubiera quedado totalmente vacía. Pero a esto todavía habría que sumarle otro municipio, como Zimapán –34.476 habitantes–, para igualar más menos la cifra de desplazados que reporta el IDMC.
Esto se está convirtiendo en una verdadera tragedia humanitaria que no tiene fin. La violencia sigue presente y en algunos casos creciendo, por lo que en automático los desplazados crecerán también, pero a ellos nadie los ve, nadie los cuenta y muy pocos los ayudan.
Foto: Tonatiuh Mendez Carrizosa.
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