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Un «Libro de arena», el uno y el otro

Columnistainvitado

Por Sandyluz.

En estas soledades veraniegas, me ha dado por hurgar entre esos libros inolvidables, pero a la vez imposibles de recordar. Y claro, toda esta paradoja me lleva a Jorge Luis Borges y su «Libro de arena», compendio de trece magníficos cuentos, donde el autor habla, desde situaciones autobiográficas, hasta delirios ficcionales; todos ellos circunscritos en el tenor de la paradoja y la irónica verosimilitud, que se establece entre el halo de verdad que hay en toda ficción, entre el halo ficticio de toda anécdota verídica (sobretodo cuando, con el paso del tiempo, deseamos invocarla y ésta se reviste con numerosos detalles, ¿ficticios o reales?).

En esta entrega, intentaré antojarles el cuento inaugural de dicha antología de cuentos, el cual se titula “El otro”. En la premisa básica del cuento, todo se relata como algo verdadero, debido a dos ingredientes: un narrador intradiegético protagonista (el mismo Borges, narrando un recuerdo verídico) y una fecha del todo fiable: febrero de 1969. Un poco más adelante, se describe el conflicto: frente al río Charles (pronóstico simbólico de la inmersión al mundo emocional) se encuentra el narrador, sentado en una banca, viendo pasar enormes trozos de hielo, que son arrastrados por la corriente; el narrador hace entonces una reflexión sobre el tiempo. De pronto, como esos instantes de ensueño, alguien se sienta a su lado, en el extremo opuesto de la banca que él ocupa y que ahora comparten. Cuando comienzan a intercambiar palabras, resulta que “el otro” es también argentino y también se llama Jorge Luis Borges.

A lo largo del cuento, el lector quiere verificar, con incredulidad, igual que el narrador Borges, cómo es que él se halla en Cambridge en 1969 y cómo es que el otro, tocayo suyo, insiste en que se encuentra en Ginebra, muchos años atrás. A partir de comprobaciones, sobre lo que el uno conoce del otro, el lector se sumerge en esta alucinante posibilidad de encontrarse con su otro yo, el de un tiempo pasado o el de un tiempo futuro. ¿Qué le diríamos a nuestro “yo joven”? ¿Nos causaría pasmo saber cómo vamos a envejecer? Y en este discurrir, entramos en el juego favorito de Borges: las cavilaciones paradójicas. Como él mismo se dice, en el cuento: “Al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma” (Borges, 2000: p. 10).

La charla entre ambos Borges sucede amistosamente, pero el mismo autor asevera que “lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador” (Borges, 2000: p. 18); ésto, como invitación para valorar el evento extraordinario en nuestras vidas normales, pero también, para dejar abierta la posibilidad de que lo relatado pudo ser cierto, por más terrorífico que parezca.

En cuanto al aspecto estilístico, en este primer cuento, “El otro”, nos encontramos con un Borges desenfadado y ameno. La armónica alteridad entre la voz narrativa y los diálogos, que son reproducidos de manera anecdótica, nos lleva a acordarnos de cuando charlamos con una abuela o un amigo, tan sólo para otorgarle, con lujo de detalles, nuestro acontecer cotidiano.

La gravedad de Borges subyace en el tema. Sí, detrás del relato vivencial y casi supersticioso, encontramos la idea de debatirnos con nosotros mismos, en el mismo espacio, a través de una alucinación o una brecha que nos permite establecer contacto mutuo. ¿Acaso las realidades paralelas son del todo imposibles de experimentar? El autor resuelve esto, diciendo que para uno de ellos todo el suceso fue un sueño; para el otro, un recuerdo; en ambos casos, el asunto es tan confuso, que tiende a perderse, en las tinieblas de la confusión y del olvido. En todo caso, este cuento es un magnífico punto de partida para una propuesta “borgiana”, donde impera la posibilidad, la duda, la ironía y la paradoja.

Parte del estilo de este autor, en este y otros de sus cuentos, es introducir referentes reales con ficticios, asimismo, la intertextualidad: traer personajes y eventos de otros textos al texto propio, diciéndonos con ello que, aun en un mundo de leyes físicas y sociales tan rigurosas como el nuestro, hay espacio para la fantasía, la alucinación y la posibilidad alternativa. A fin de cuentas: “el poema gana, si adivinamos que es la manifestación de un anhelo y no la historia de un hecho” (Borges, 2000: p. 16). Y Borges, personaje, narrador o autor, es el encargado idóneo, para poner en tela de juicio lo que desde nuestra concepción convencional es la realidad real y verídica, a través de una perspectiva ideológica tan propia, que permea en el universo de sus relatos, sean verídicos, sean ficticios. Al fin y al cabo, Jorge Luis Borges pertenece un poco a ambos mundos.

Referencias: Borges, Jorge Luis. «El libro de arena». México: Alianza Editorial, 2000.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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