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El fetichismo, desde la visión paradójica de Borges

Columnistainvitado

Por Sandyluz.

De acuerdo con la RAE, un fetiche es “un ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos”. El incluir la bendición o maldición de un objeto fetiche ha sido fórmula tradicional, empleada en numerosos relatos, sobretodo del género terror. La noción del fetiche es que se desconoce cuál es su origen y procedencia; del mismo modo, cuál es su destino y consecuencia. Aparentemente, los objetos fetiches causan desavenencias a aquellos poseedores humanos, que les falten el respeto, que intenten gobernarnos, o devaluarlos a la ínfima calidad de trofeos utilizables para la caprichosa satisfacción de sus deseos materiales.

En el cuento “El disco”, incluido en «El libro de arena» de Jorge Luis Borges, éste es el tópico a desarrollar: un narrador abre la puerta a un extraño sujeto, con atuendo vetusto y con una cicatriz en el rostro. Dicho visitante es el poseedor de un extraño disco de una sola cara, que despierta la avaricia del personaje protagónico. La razón de la obsesión de un ser humano, hacia presea tal (un objeto fetiche) es justamente el no lograr comprender su naturaleza extrahumana. Cualquiera quedaría cautivado, ante tal reliquia, la cual ni siquiera acepta comparación con el preciado oro de los habituales tesoros humanos.

El conflicto del cuento se presenta con la irrupción del desconocido, en el contexto natural del personaje narrador: una cabaña, en medio del bosque, donde sólo se hospeda el ermitaño morador. El que el narrador protagonista sea varón y se encuentre en soledad, es indicio de que se trata de un personaje simbólico, quien representa a toda una casta de hombres institucionalizados por los dogmas cristianos. Del otro lado, se tiene la incursión del personaje ajeno al contexto cotidiano, quien dice venir de un pasado de tradiciones paganas y arcaicas, cuando se adoraba a Odín; dice ser un rey, o sea alguien de alto rango, quien se sabe conocedor de un poder y una verdad absoluta, superior a la humana, al ser portador del misterioso disco, que porta en una de sus palmas. Tras el intercambio dialogal breve, en el desarrollo de la trama, el clímax se deriva cuando la avaricia del narrador protagonista gana y hace aflorar su instinto salvaje: hará lo que sea necesario para poseer tal prenda. Así, cuando el visitante le da la espalda, éste actúa veloz y depredadoramente, revelando la naturaleza humana, que tanto critica el autor Borges: el ser humano es un rapaz depredador, un voraz compulsivo que anhela la supremacía, aun dentro de su misma especie. El ser humano es incapaz de coexistir, porque tiene exacerbado el instinto del poder. La paradoja borgiana es triunfal en el desenlace, pues, aun cuando, el objeto fetiche (el disco) haya sido liberado de su captor, al ser éste un objeto ajeno a los confines terrestres, es inasible y no puede ser simplemente poseído; de modo que, en medio de la escena de violencia, “se escabulle” y su derrotero se queda como incógnita, para el frustrado narrador protagonista.

El disco se revela contra la naturaleza cosificante del ser humano; caprichosamente se pierde, quizás para aparecer ante algún otro humano incauto; quizás para reposar como misterio mítico, en los confines de un planeta Tierra, lleno de enigmáticos misterios, donde se gesta la duda sobre quiénes fueron los primeros hombres, o mejor dicho, quiénes fueron los primeros moradores del planeta… Borges abre cabida, con este intrigante relato, a la posibilidad de seres primigenios o de visitantes alienígenas. Finalmente los seres humanos solamente estamos de paso, en un planeta que ha tenido longevidad suficiente, como para ver desfilar numerosas civilizaciones y especies, hoy extintas.

En este atípico cuento, nos encontramos con un Borges, dispuesto a trazar una ruta hacia el género ciencia ficción. Recordar que, en su caso, el tiempo fue uno de sus grandes temas y obsesiones. Luego, no es de extrañar que tenga asombro y fascinación por el ciclo que es la vida, en todas sus formas y expresiones, y que, por medio de un objeto fetiche, pudiera hacer converger a hombres, humanos al fin y al cabo, del pasado, presente y futuro. La ironía, desde el punto de vista de Borges, es que, después de todo, el ser humano sigue siendo el mismo modelo de homo sapiens; aún no ha evolucionado; se mantiene avaricioso y obsesionado con el poder sobre todas las cosas. Entonces, es una ironía que el objeto fetiche, desconocido, incierto, empiece por cautivarle y termine por dominarle por completo, cayendo en la paradoja de “quién domina a quién”. En el desenlace del cuento, el narrador protagonista se confiesa obsesionado con el objeto que no tiene consigo, poniendo en evidencia la falta de libertad de que es presa el ser humano, cuando se abstrae en demasía, en el mundo de los objetos, pero también, en el de sus ideas y raciocinios: “No lo encontraré. Hace años que sigo buscándolo” (Borges, 2000: p. 129).

Hoy en día, los objetos fetiches se han actualizado, quizás ya no provienen de tribus ancestrales, sino de suburbios y empresas, pero siguen banalizando la naturaleza humana, la cual no cambia; sigue invariable, materialista, cosificante y errática.

Bibliografía: Borges, Jorge Luis. «El libro de arena». México: Alianza Editorial, 2000.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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