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La escisión del discurso feminista y machista en «Roma»

Columnistainvitado

Por Sandyluz.

A estas alturas del partido, sería redundante hablar de la calidad técnica de «Roma», filme más reciente de Alfonso Cuarón; es bien sabido que se llevó las palmas en el Festival Internacional de Cine de Venecia, en donde obtuvo el León de Oro (agosto, 2018). Ahora mismo, es fuerte contendiente para ganar el premio Oscar para «Mejor película de habla no inglesa» -la cinta fue recientemente nominada ayer a 10 Premios de la Academia-. Considero muy oportuno, por parte de Cuarón, aprovechar que la historia está inscrita en la década de los sesenta, para traer a colación cómo se vivió el Movimiento Estudiantil del 68, desde el punto de vista de la población civil, o sea, desde las familias comunes y corrientes del país.

Tampoco pretendo discurrir sobre la esteticidad de la fisonomía de la actriz principal, Yalitza Aparicio. Prefiero enfocarme en el discurso prevaleciente en los personajes femeninos y masculinos del filme. A grandes rasgos, la cinta nos muestra la esforzada lucha de una muchacha de origen mixteco, Cleo, quien busca abrirse paso en la gran ciudad. Yendo más adentro, se nos cuenta la historia de la familia de Sofía, una mujer de clase media, trabajadora y dinámica, quien da la batalla para atender a su esposo, trabajo e hijos; sin embargo, la infidelidad y el abandono del esposo la ponen ante la prueba máxima para sacar el coraje y la obstinación. En medio de esta crisis, la empleada doméstica, Cleo, vive su propio drama personal: adaptarse a la familia que la hospeda, enamorarse y luego aceptar el rechazo y la humillación de ese primer amor, a quien ingenuamente se entregó y del cual no sabe más nada, luego de que ella le informara que estaba embarazada.

La trama principal, la biografía de Cleo, en realidad es una historia bastante común en el contexto mexicano (sobretodo si se creció viendo telenovelas). No es de extrañar el esquema de la chica foránea, pobre e inocente, que termina siendo engañada por un macho, quien sólo se aprovecha de ella y luego la deshecha. Más allá de todo ello, la sensibilidad de Cuarón para mostrarnos, tan empáticamente, la tristeza, y luego la depresión de una mujer que no termina de adaptarse a las constantes vicisitudes que se le presentan en el contexto urbano, ahí, en medio de su lucha por la sobrevivencia, aun cuando fue banalizada y cosificada por la figura masculina del príncipe azul. En la parte culminante del clímax, cuando las olas revuelcan a los miembros de una nueva dinámica familiar, donde no hay un varón a cargo, la protagonista confiesa no haber digerido emocionalmente todo lo que atravesó; finalmente estalla y reconoce que, a pesar de tener una actitud resignada, no estaba contenta con el porvenir que tendría, como nueva madre soltera.

La subtrama de Sofía (patrona de Cleo) revela la crisis de saberse reemplazada por otra mujer, y por otra dinámica relacional, en donde ella y sus hijos salen sobrando en la vida del hombre-padre-proveedor, asfixiado por las presiones familiares. La impotencia y las dudas ponen en entredicho la valorización de esta mujer, dentro de una situación machista, harto común en la sociedad mexicana: ser la esposa y madre entregada, para luego ser reemplazada por “un nuevo modelito”.

En ambos discursos (Cleo y Sofía), sin importar que la una sea de clase media alta y la otra de clase baja, se establece un común denominador: las reminiscencias de resignación, entrega y sumisión virginal, que suelen tener las mujeres educadas a la usanza tradicional y/o dentro del régimen católico, donde el ejemplo a seguir es la Virgen de Guadalupe. En esta sociedad prevalece un estereotipo de “la mujer objeto”, a la cual se le desea, se le consume y luego se les desecha. Al final del día, en México muchos hombres se jactan de que “todas son putas, menos mi mamá y mi hermana (o mi esposa)”.

Ciertamente, el feminismo comienza con el amor propio de la mujer hacia su cuerpo, hacia sus metas, y en general, hacia su vida. ¿Qué clase de relaciones puede engendrar una mujer que se menosprecia y se deja cosificar? ¿Hasta cuando, seamos pobres o ricas, tendremos que aceptar los roles sociales de madres, esposas, hermanas o hijas, subordinadas al placer y capricho del macho que se digne a elegirnos? «Roma» denuncia esta situación, mediante las circunstancias de los personajes femeninos. Sin embargo, subyace el resquemor de que esta historia se repetirá, porque tenemos una admiración o consagración errónea y mal entendida, por las mujeres sufridas que quedaron embarazadas y a su suerte, o por aquéllas que fueron abandonadas, tornándose madres solteras. Tal vez deberíamos romper este estigma de abnegación, que lleva a muchas mujeres a ser masoquistas consigo mismas, aceptando relaciones tóxicas, inequitativas y de abuso, minando su realización personal y profesional. Si bien, así ha sido por mucho tiempo, ¿no estaría bien reeducar para encauzar, en vez de vanagloriar la consecuencia y mostrar como heroína a la joven sirvienta, o la madre profesionista que ha padecido el mal trato del sexo masculino? La moraleja del filme debería hacernos recapacitar en el “¿hasta cuándo?”. Si bien esta historia plasma viñetas autobiográficas del contexto familiar de su realizador (Alfonso Cuarón), creo que nos toca a las mujeres de la actualidad no seguir repitiendo la misma historia, en cuanto a ingenuidad desmedida y cosificación autoimpuesta, a causa de los patrones culturales, heredados e impregnados, en nuestras relaciones personales.

Del lado de los varones, es triste ver que se aprecia con cierto cinismo o desfachatez que “así ha sido siempre”, que “qué mala onda”, pero que “ella seguro saldrá avante, porque ser madre te da las fuerzas y el coraje”. Tan tóxico y despreciable el Fermín que utiliza a Cleo para botarla después, como el esposo fantasma de Sofía, quien simplemente se escabulle, sin tomarse la molestia de terminar primero una relación, para luego iniciar otra. El discurso del macho mexicano imperante todavía en la actualidad apela a que “son hombres; se cansan rápido”; al ser los proveedores “tienen derecho a otros placeres y distracciones” –cosa tan injusta, tanto para un sexo, como para el otro–. Apelo a la equidad de género: el varón, en cualquier sociedad del mundo, no tendría por qué convertirse en el padre-proveedor de su pareja.

 

Sin lugar a dudas, «Roma» muestra un retrato típico de los roles comunes y corrientes, que desempeñamos hombres y mujeres, en esta sociedad mexicana. En lo personal, me incomoda la noción de que “así son las cosas”, el “ya Dios dirá”. Creo que la tradición puede romper su inercia, para mostrar en un futuro (ojalá venidero) relaciones más justas y equitativas, donde, sin importar la clase social, se construyan parejas y no disparejas, que pasen por encima de la dignidad y el valor propio del otro (mayoritariamente de la mujer). Como dice Octavio Paz en su ensayo «La llama doble»: “No es extraña la confusión: sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que llamamos vida”; y si bien, los tres conceptos son vitales, pueden recodificarse en apoyo mutuo de sus actantes. Confieso que sí me desalentó de «Roma» la exaltación que hace del destino inevitable de dolor y sufrimiento de las prístinas mujeres mexicanas. Ojalá aprendiéramos de ambas cargas discursivas (el discurso del macho y de la fémina), para replantearnos relaciones de correspondencia y mutuo respeto.

PD: Si te dejé pensando y con ganas de profundizar en éste u otros temas, sígueme vía Twitter: @SandyMW13.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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