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«Un asunto de familia», un íntimo retrato de familia

Por Eloise Cornelio Belmont.

El drama merecedor de la Palma de Oro en Cannes es la última entrega de Hirozaku Kore-eda. Con el conmovedor estilo que identifica al director, Kore-eda arma una película que se une a través de sutiles imágenes de pobreza, infancia, prostitución y marginalidad en el Japón contemporáneo, todas empapadas de la belleza del instante: una sonrisa, un abrazo, los juegos de niños, las canciones de una madre.

En una sociedad desarrollada, donde el campo laboral está sobresaturado y la competencia es desgarradora, donde las personas parecen olvidar el contacto humano y surgen fenómenos como los hikikomoris o el karooshi (literalmente, muerte por exceso de trabajo), Kore-eda nos regala una mirada íntima a la funcionalidad –o disfuncionalidad– de una familia en Japón. Aquél núcleo básico de la sociedad nipona que hoy día, parece extinguirse ante el ajetreo de la modernidad, es el tema que vuelve una y otra vez en la obra de Kore-eda.

Osamu (Lily Frank) distrae a los dependientes de las tiendas o bloquea su vista, mientras Shota (Kairi Jyo) mete productos en una mochila. “La escuela es para los niños que no pueden estudiar en casa”, le dice Osamu. En sincronía perfecta, Shota y Osamu son una mancuerna imparable. Entre risas y juegos vuelven a casa, cual padre e hijo.

La familia de Osamu vive en un espacio ultrareducido, duermen juntos, comen en el suelo ramen instantáneo y bolitas de gluten robadas, con tanto gusto, que pareciera el festín más caro de Japón.

Un día Osamu y Shota encuentran a Juri, una niña que llora fuera de su casa en medio de una ventisca, quien en seguida conmueve el corazón del ladrón y la lleva a casa. “¿No es esto un secuestro?”, se pregunta la familia. “No estamos pidiendo rescate”, concluyen, y se dedican a continuar su vida, entre robos, una proximidad casi asfixiante y un genuino retrato de amor entre la miseria que les envuelve.

Kore-eda, maestro de presentar tormentas envueltas en la misteriosa y desgarradora calma de la cotidianidad, guarda para el final los secretos que esta familia de ladrones esconden, y los lazos que los mantienen unidos.

«Un asunto de familia» es un hermoso retrato de lo complejas que se vuelven las sociedades desarrolladas en el mundo contemporáneo. Nosotros, como espectadores, dudamos si lo que hace Osamu realmente está mal, puesto que las razones que conducen sus actos son tan ambiguas, que fácilmente se confunde con una extraña benevolencia. La familia de Osamu ofrece genuino amor y protección a Shota y Juri, los más jóvenes del clan, quienes jamás se cuestionan la posibilidad de que el Estado o Servicios Sociales les ofrezca algo mejor, como educación y medios de vida mejor que el robo.

Sin duda lo que deja sin aliento al ver el filme es la capacidad de Kore-eda para mostrar la fragilidad y bondad de aquellos a quienes la sociedad tacha como villanos, así como los extraños razonamientos morales con los que se conducen aún cuando violan la ley y van en contra de todo lo correcto: “Lo que está en las tiendas todavía no es de nadie, y si no están en quiebra entonces no está mal robar” dice Shota, repitiendo las enseñanzas de su padre.

«Un asunto de familia» es una película que recuerda que las familias no son más que grupos de personas que permanecen juntas porque se necesitan para sobrevivir, y que podemos llegar a hacer lo peor en  nuestro intento de encontrar lo mejor.

 

«Un asunto de familia» estrena hoy jueves 14 de febrero en cines nacionales.

Con imágenes cortesía de Nueva Era Films.

 

 

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