Día de la No Violencia

Por Aranzazú Martínez Galeana.

El 15 de junio del 2007 la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 2 de octubre como el Día Internacional de la No Violencia conmemorando también el natalicio de uno de los líderes más emblemáticos de todos los tiempos, Mahatma Gandhi.  La resolución señala que ese día es idóneo para «diseminar el mensaje de la no violencia, incluso a través de la educación y la conciencia pública”, ya que se aspira  a «conseguir una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia». ¿Idealista? Sí, ¿inalcanzable? Por momentos, pero nunca  imposible.

Día de la No Violencia.

En un mundo donde la violencia es asociada generalmente como la ausencia de paz, es importante redefinirla y ampliarla cuantas veces sea necesario hasta lograr un significado ad hoc a los tiempos en los que vivimos. Sí, el conflicto armado sigue siendo un elemento central dentro de la arena internacional e incluso como señalan teóricos como Hobbes el hombre es malo y egoísta por naturaleza (debatible, claro); por ende el conflicto es inevitable al buscar defender sus intereses. Sin embargo, con condiciones económicas, políticas y sociales cada vez más desiguales, teóricos como Immanuel Wallerstein recobran protagonismo al sugerir un tipo de violencia más letal, la estructural. Esta variante de la definición clásica sugiere que el mismo sistema con sus perversiones y mecanismos que agudizan las diferencias, genera una violencia en los individuos más fuerte y prácticamente inexorable. ¿Cómo se puede escapar de la pobreza? ¿Cómo se huye del hambre?  ¿Cómo se pelea contra la discriminación? ¿Como se pelea contra la trata de personas? Las respuestas no son las más alentadoras pues requieren de un esfuerzo conjunto y preciso para por lo menos hacer temblar a las estructuras sobre las que reposan.

Por lo tanto, la no violencia más allá de ser definida como el no conflicto, debe ser analizada duramente y evidenciada en sus fallas que invisibilizan o marginalizan la situación de millones en pobreza extrema, o en situación de calle; incluso los desempleados que aunque preparados no tienen espacio en un mundo diseñado por unos pocos para otros menos. En lugar de apostar por una definición simple, la no violencia no debe restringirse únicamente a los conflictos armados, sino  también debe incluir a aquella violencia más “sutil”; pero no por ello menos humana ya que al evadirla o no subrayarla, la normaliza y nada más peligroso que aceptar lo inhumano como pan de todos los días.

Retomando a Gandhi, él sabiamente aseguraba que “Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego”. Han pasado ya algunos años de su muerte, sesenta y cuatro para ser exactos, y el mundo, a mi parecer, está más invidente que nunca. Ya no sólo ha dejado de poner la mejilla, ha optado por cerrar los ojos y ser indiferente.