Carl Streator
Chuck Palahniuk, después de haber escrito Fight Club, no necesita presentación. Dejó claro en 1996 con su novela más popular hasta ahora, filmada por David Fincher en 1999, la mordacidad de su inventiva y el talento que posee para escoger la materia prima de su narrativa.
Nana además de significar niñera, es sinónimo de lo que se conoce comúnmente como canción de cuna o Lullaby. La Nana que da nombre al libro, de ser pronunciada en voz alta, tiene un efecto asesino; pareciera que de ese modo Palahniuk quisiera reivindicar la palabra como instrumento constructor, y también claro, destructor.
Se está, a primera vista, ante una pieza literaria psicodélica y fantasiosa, al encontrarse en su desarrollo ritos, brujas y trances. Sin embargo, en el fondo no lo es tanto, pues conduce en paralelo críticas a la sociedad contemporánea.
Tres alienantes son los blancos principales a los que apunta la fecha de la crítica: la adicción al ruido, el consumismo y la crueldad existente en la naturaleza humana.
Así, se van encontrando regadas por la novela, las reflexiones de Carl Streator, el protagonista: “Esos musicoadictos. Esos calmofóbicos.” “Los expertos en cultura griega dicen que la gente de aquélla época no creía que sus pensamientos les pertenecieran. Cuando los griegos de la Antigüedad tenían una idea, creían que un dios o una diosa les estaba dando una orden… Ahora la gente oye un anuncio de papas fritas con sabor a crema agria y salen corriendo a comprarlas, pero a eso le llaman su libre albedrío.” “A la gente que amas les puedes hacer cosas peores que matarlos. Lo normal es quedarse mirando cómo el mundo lo hace por ti.” En esas tres ideas que se trascriben a modo de polaroid visual del tono de la obra, se ejemplifica la crítica social mencionada. Siguiendo esa tesitura crítica y retomando a Orwell, Palahniuk redimensiona al Gran Hermano de nuestra época, que ya no es (de conformidad con 1984), el omnipresente gobierno observador, sino los medios de comunicación, esos distractores constantes (y también, aunque sin violencia, omnipresentes) que nos mantienen muchas veces alejados de la originalidad, de los demás y de nosotros mismos.
Este libro recuerda al lector que es necesario activar la imaginación para desintoxicarse de lo externo: del ruido, de la publicidad, del sistema de creencias que no es el elegido por uno mismo. No obstante, Nana no propone la reinvención a destajo, pues acentúa que la satisfacción también se obtiene a base de aceptar la vida tal cual es, recordando que, controlar todos los aspectos de ella es imposible.
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