Por Asfaltos.
Dice el dicho que «ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre», idea que aplica precisamente para los debates surgidos tras un hecho insólito el fin de semana pasado en las cartelera del cine de nuestro país. La promesa taquillera «Avengers: Infinity War», el evento fílmico del Universo Cinematográfico Marvel, se cumplió en nuestro país y de tremenda forma; aunque sí, con la ayuda también de más de «6,300 pantallas alcanzadas el domingo, de las 6,633 pantallas que registran IMCINE y Canacine (fuente: Showbeast)«. Cómo no se iba a lograr un récord así, si era prácticamente lo único que se podía ver en los cines, reflexionaba para mí.
Ese mismo fin de semana Ernesto Contreras, director de la película mexicana «Sueño en otro idioma» que llegaba apenas a su segunda semana de exhibición, publicaba en Twitter una imagen reveladora: su cinta se enfrentaba a la maquinaria que significó el estreno de Disney. Tras el mensaje surgieron diversas voces, algunas mesuradas, pero la mayoría en polos realmente opuestos: o «Avengers: Infinity War» era la síntesis de la lobotomización del espectador mexicano; o «Sueño en otro idioma» había perdido frente a algo tan simple como la ley de mercado. El asunto, a mi parecer, tiene una mayor profundidad.
¿De verdad? Así #Sueñoenotroidioma dando batalla! pic.twitter.com/W1zpXTHmMC
— Ernesto Contreras (@ErContreras) 28 de abril de 2018
El viernes pasado en el programa #CinemaGR por Gritaradio.com que tengo el gusto de producir y conducir de 12:00 a 13:30 horas -disculpe estimado lector por el anuncio, pero si no lo hago yo, ¿quién?- recibía a Lourdes Rivera del equipo de programación de Cineteca Nacional. Con Lourdes platicaba sobre la presencia en Cineteca del realizador checo Jan Švankmajer, quien entre sus trabajos fílmicos presentó su más reciente película «Insects» (2018) lograda tras un exitoso crowdfunding del que ella misma había formado parte.
Considerado «un peligro al orden establecido» en tiempos de la Checoslovaquia soviética, una vez que Švankmajer superó la censura comunista, se enfrentó a otro tipo de censura: la económica. «En varias entrevistas llega a mencionar [Jan Švankmajer] que él tiene una idea, y a partir de ésta es que reúne los fondos para poder llevarla a cabo», me compartió Lourdes. «No es que trabaje precisamente con una productora o con una major, digamos, sino que en realidad es a partir de la idea que reúne los fondos para poder llevarla a cabo y de ahí poder ofrecerla para la distribución que tiene más que ver con cierto tipo de festivales, a lo mejor, pero pues evidentemente no para una distribución tipo ‘Avengers'».
La idea de la censura económica no es novedosa, aunque poco leí de ella en la discusión originada tras el récord del blockbuster estadounidense. El artista plástico catalán Antoni Muntadas, investigador del papel social de lo audiovisual y docente principalmente nada mas y nada menos que en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), reflexionaba sobre el tema en una entrevista ofrecida al diario español El País: «El cortar y quemar, la censura física, ya no se lleva. La censura se ha vuelto más invisible, o más indefinida, pero actúa de la misma manera. Que se edite un libro o que no, que se produzca una película o que no… depende de que pueda ser rentable. Ya no se priman los valores de calidad o intelectuales, sino el mercado. Lo que digo no es nuevo, se trata de enfatizar que la economía está definiendo roles tanto dentro de la política como en el día a día.»
El pasado 21 de abril, en la ciudad de Lima, Perú, dio inicio la quinta edición del Censurados Film Festival. El festival, que pisará tierras mexicanas del 16 al 19 de mayo en la ciudad de Tijuana, Baja California, apuesta por la libertad de expresión y los derechos humanos. Se trata de un festival que abre espacio a historias y trabajos que han sido prohibidos, o que simplemente «no encuentran espacio en el cine comercial». En un reportaje de la edición 2015 del festival para la revista en línea peruana La Mula, la organizadora Teresa Castillo reflexionaba: «La censura más grande es la económica, que cierra los espacios. Ahora se están creando cineclubes, pero en las salas de cine todo es gringo». La idea va más allá, como destacó la autora del reportaje: «Uno de los problemas con esta premisa es que, muchas veces, lo que ‘ellos’ no quieren que veamos coincide con lo que nosotros no queremos ver, cerrando los espacios comerciales a la proyección de este tipo de películas, sobre todo documentales.»
El que una sola película acapare cerca del 95% de las pantallas comerciales en un solo país, debería ser motivo de reflexión a distintos niveles. Acá propongo por lo menos 2. 1) Una muy bien pensada reflexión en medios sobre el tema de la censura económica, sobre la forma en la que ésta opera, sobre el daño que finalmente termina por provocar a largo plazo en un proceso de globalización y libre mercado con claras desventajas para quienes compiten con presupuestos ridiculamente menores. 2) Un debate serio sobre la educación cultural y la importancia de ésta. No se trata de evitar que la gente acuda a ver películas de entretenimiento como «Avengers: Infinity War» y todas de las que también platico semanalmente en esta columna -vamos, tampoco voy a ser un hipócrita-, sino de ir formando desde chicos a los espectadores sobre ese otro tipo de posibilidades que van más de las propuestas por la «ley de mercado». Se trata, con eso, de romper la barrera dramática de que lo que «ellos» no quieren que se vea coincida con lo que «nosotros» no queremos ver.
No se trata destruir el cine comercial como si fuéramos Thanos con un solo chasquido de dedos; tampoco se trata de llenar las salas de películas que en este momento no generan el interés de los espectadores. Se trata de lograr en la medida de lo posible que la competencia sea por lo menos un poco más pareja, y también que el dinero no sea el único factor que defina el consumo cultural, en este caso en el cine. Se trata de lograr que ese mercado tenga mayor amplitud, y de que en igualdad de condiciones sea la gente quien realmente decida con todas las herramientas a su disposición qué es lo que quiere o no ver.
Pero bien, esta es una reflexión personal, mía. Si ustedes opinan algo diferente, y quieren sumarse al debate, háganlo con tremendo gusto a través de las redes sociales. Me encantará leerles y platicar al respecto.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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