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Llegaron las elecciones a ritmo de las balas

Por Daniel Higa Alquicira.

Estamos en la semana previa de que se realice la jornada electoral y todo se ha centrado en los candidatos presidenciales, en el estéril debate sobre “la vuelta al pasado” o “mirar a la modernidad”; jugando a que la corrupción y la impunidad solo existen en México como un enemigo político y derrochando recursos para no decir nada o decir lo mismo de siempre.

Queremos creer que al menos en el tema electoral México ha cambiado, que sus instituciones son confiables o que la maquinaria del gobierno no actuará para desestabilizar el proceso, en caso de que los resultados no le favorezcan; pero en el fondo, nadie tiene certeza de nada.

Y más cuando un poder oscuro actúa de manera paralela arropada por la corrupción y la impunidad que caracterizan al sistema mexicano.

Es el crimen organizado que ha resultado más astuto que todos los órganos de inteligencia y se aprovecha de las debilidades de las instituciones para actuar, sabiendo que no hay un castigo realmente importante que le puedan imponer.

De acuerdo al informe #MATARENMÉXICO publicado por el portal Animal Político, los niveles de impunidad en el delito de homicidio en México son escandalosos, ya que 94.8 por ciento de los casos no son resueltos y esto abre un panorama infernal para la justicia en el país.

Tal como lo señala, Andreas Schedler, autor y experto en temas de democracia y elecciones, estamos en una etapa en donde «en general, no sabemos quién mata a quién o por qué, pero pensamos que lo sabemos: fue el narco, fue un ajuste de cuentas” y “ahora con la violencia política contra candidatos, se mantiene la opacidad de los hechos”.

Y es que al parecer, nadie pone atención a esto. La muerte de personas, de candidatos políticos, de periodistas o defensores de derechos humanos, son “escándalos” que dejaron de ser noticia y que se suman al desgaste colectivo de la indiferencia; generada por la desesperanza de que al parecer, esto no va a terminar jamás.

De acuerdo a cifras del diario El País, de septiembre pasado –cuando comenzaron las elecciones- al mes de junio de 2018, han sido asesinados  46 candidatos o precandidatos a algún cargo de elección popular; pero si esto parece poco, en las elecciones pasadas de 2012 asesinaron a un candidato (y lo subrayo, UN CANDIDATO), con lo que hubo un aumento del 4 mil 500 por ciento en estos delitos.

Pero esto definitivamente no nos alarma ni nos altera. Seguramente siguen siendo los famosos daños colaterales con que Felipe Calderón justificó la “guerra”.

Sin embargo, ahora que habrá un nuevo presidente y si no sucede nada extraño y se cumplen los vaticinios de las encuestas, todo hace indicar que AMLO ganará las elecciones, la gente está aterrada de que es un “regreso al pasado”; a la “época del autoritarismo”, del “oscurantismos político”.

¿Y en qué momento nos encontramos ahora? Seguramente de brillantes y prosperidad, a pesar de que un estudio realizado por la Universidad de las Américas (UDLA) asegura que en México “el nivel de impunidad es superior al 99 por ciento”.

O cuando desaparecen 43 estudiantes y nadie sabe en dónde están y en donde además, hay elementos que hacen suponer que participaron organizaciones oficiales de seguridad de todos los órdenes del gobierno en los hechos de Iguala de septiembre de 2014.

O cuando hay una Casa Blanca, una “estafa maestra”; desaparecen millones de pesos de donaciones para la reconstrucción de la Ciudad de México o los programas sociales son la moneda de cambio para mantener a los pobres como pobres.

México no ha avanzado en temas de seguridad y procuración de justicia, sus instituciones están moribundas y “las procuradurías y las policías son brazos políticos que se protegen a sí mismas”, tal como lo asegura Ernesto López Portillo, especialista en temas de seguridad y justicia.

Y no, no estamos hablando del México de los años setenta del siglo pasado, es este mismo donde se han implementado reformas estructurales, donde la economía está dentro del top 20 mundial y en donde el gran miedo de algunos, es paradójicamente regresar al pasado.

En realidad, creo que en muchos sentidos ya no tenemos ni pasado ni futuro, estamos en el limbo de la injusticia, la corrupción y la impunidad.

Foto: Diana_eugenia.

 

 

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