Amar es combatir, si dos se besan el mundo cambia.
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Amar es combatir, si dos se besan el mundo cambia

«Amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas»,
Piedra de sol de Octavio Paz.

Por Enrique Figueroa Anaya.

No les voy a mentir, la verdad es que sé muy poco -o nada- de poesía. Para mí siempre ha sido un género supremo, el punto más alto en la escritura, la cumbre del texto; y es que me gusta escribir, me gusta tanto como me fascina escuchar música y disfruto vivir. Le tengo tanto respeto a la poesía, que siento que a veces éste se convierte en miedo.

Me da miedo acercarme a un poema y no disfrutarlo; imaginen si a ese miedo le suman el tener que compartirlo. ¿En qué lugar estaría si además de no disfrutarlo, les compartiera algo erróneo? ¿Por quién me tomarían? Sin embargo, y en medio de los 100 años del nacimiento de Octavio Paz, único Nobel de Literatura mexicano, el volver a leer a Paz fue casi tan fascinante como aquella primera vez que lo hice en aquellos años de mi incipiente adolescencia.

Publicado en 1957 con apenas trescientos ejemplares en la colección Tezontle, es curioso pensar que en realidad el poema más conocido y famoso de Paz fue dado a conocer a muy pocos lectores. Para escritores y sobre todo lectores de la talla de José Emilio Pacheco y Ramón Xirau, Piedra de sol resume toda la poesía del gran poeta mexicano. Yo, un humilde lector, no me puedo preciar de semejante aseveración aunque sí me puedo aventurar a afirmar que se trata de un texto absolutamente luminoso.

De Paz he leído muy poco, apenas Árbol adentro, que disfruto mucho; El laberinto de la soledad, naturalmente por instrucción escolar; y ¿Águila o sol?, que disfruto siempre por ese deambular entre la prosa y la poesía. Sin embargo, y siempre por tenerlo muy cercano en mi corazón, resalta la presencia colorida de Piedra de sol.

 

Sin ser un experto en el tema diría que la gran valía del texto de Paz es que es para todos. Es decir, no hay que ser un gran lector ni conocedor de poesía para entender la magnitud de lo que el autor plasmó con majestuosidad a lo largo de 584 versos endecasílabos.

A lo largo del texto, que fluye como el agua, sin puntos, solo con comas, somos atraídos como lectores gracias a la cercanía del poeta, quien por momentos se confunde con nosotros, volviéndonos él y él nosotros. Se pregunta y nos preguntamos; nos confundimos con su magnífica voz y caemos presa de su sensibilidad.

Si bien agradezco que fuera en la escuela donde me hicieran leer El laberinto de la soledad, que encontrara con ¿Águila o sol? en mi casa o que me animara a comprar Árbol adentro en alguna librería; estaré eternamente más agradecido por el amigo que en su momento me invitó a leer Piedra de sol y de lo que ésto significó en el chamaco que era entonces cuando lo leí, y lo que significa al hoy individuo que sigue maravillado cada vez que le relee.

Más allá de las letras grabadas sobre bronce y los homenajes en mármol para Paz, reitero que la mejor forma de honrar a un escritor es leerlo, y qué mejor que con un poema de los tamaños de Piedra de sol. Créame, no exagero, lo disfrutará.

 

 

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