La Ciudad de México que concibió Pedro Ramírez Vázquez

Por Enrique Figueroa Anaya.

Nació y murió el 16 de abril. Sin embargo, y con el paso de los años, sus obras perduran, inmensas, mejstuosas. Un año ha pasado desde que con perfección, como los trabajos que siempre desempeñó, dejara nuestro mundo para unirse al que todos le acompañaremos una vez que nos llegue el momento. Fue hace un año, el 16 de abril de 2013, cuando Pedro Ramírez Vázquez nos dejó.

Su trabajo cambió a la Ciudad de México. Entre sus obras, de gran tamaño y gran valor, nos encontramos con verdaderos templos; el Estadio Azteca, del fútbol; la nueva Basílica de Guadalupe, a la morenita del Tepeyac (el segundo católico que mayor número de fieles recibe); y el Museo Nacional de Antropología, en homenaje a las culturas prehispánicas que nos dieron identidad.

 

Inspirado en las palabras de Carlos Pellicer, quien impulsaba a sus alumnos de la Secundaria 4 (donde estudiaba don Pedro), el futuro arquitecto descubrió su vocación; la que le llevaría a crear espacios para la convivencia. De sus maestros Carlos M. Lazo, José Luis Cuevas y Luis Creixel, entre otros, aprendió a ver la arquitectura como una disciplina al servicio de la comunidad.

Graduado de la escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1943, el primer reto de Pedro Ramírez Vázquez fue la construcción de escuelas en zonas rurales bajo condiciones difíciles en Tabasco. Bajos las órdenes del poeta Jaime Torres Bodet, titular de la Secretaría de Educación Pública en el gobierno de Manuel Ávila Camacho, se creó el CAPFCE (Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas). 20 años de la carrera de Ramírez Vázquez iniciaban junto a don Jaime Torres Bidet.

En el segundo lapso de Torres Bodet como titular de la SEP, ahora bajo la presidencia de López Mateos, se llevó a cabo el Plan Once Años que logró la construcción de más de 30,000 escuelas en seis años. El diseño de Ramírez Vázquez, quizá uno de los más importantes (si no es que el más, por su impacto social), sería vital para la creación de escuelas en todo el país. «La escuela rural es una obra de la que me enorgullezco», afirmó en una entrevista publicada en el libro Pedro Ramírez Vazquez: imagen y obra escogida (UNAM).

Entre sus obras, en la década de los 60’s de mayor labor de Ramírez Vázquez, destacan la Galería de Historia (1960), el Museo Nacional de Antropología (1964) y el Museo de Arte Moderno (1964). No resulta fortuito que los recintos fueran museos, parte importante del plan educativo de aquellos años y en los que don Pedro participó activamente.

Destacan también la construcción del edificio que ocuparía la Secretaría de Relaciones Exteriores (hoy Centro Cultural Universitario) y la creación de los mercados públicos de la ciudad de México -que sumaron 15 y entre los que sobreselan los de La Lagunilla, Tepito y Coyoacán-.

Por si fuera poco, Pedro Ramírez Vázquez fue también presidente del comité organizador de los Juegos Olímpicos de México 1968, y sobre todo, gran impulsor de la olimpiada cultural con la que buscó alejar a México de los etereotipos del sombrero de charro mexicano.

Otros edificios destacados fueron la Embajada de Japón en México, la Facultad de Medicina de la UNAM, el Centro Cultural Tijuana, el Palacio Legislativo de San Lázaro, el Estadio Cuauhtémoc y el Museo del Comité Olímpico Internacional (en Lausan, Suiza).

A un año de su fallecimiento, don Pedro Ramírez Vázquez descansa, mientras que sus obras viven hoy y vivirán por siempre.