«Tengo en mis manos un pistolón, no me importa usarlo porque soy muy cabrón, 14 primaveras resumen el rumbo de mi carrera, tengo muchas mujeres y gorda la billetera, aspiro a llegar alto pa’ pesar como los grandes, por eso afino el tiro pa, pa, pa; pa’ ver si algún cantante me hace algún narcocorrido…»
Esta podría ser la historia de al menos 539 niños entre 11 y 15 años que en 2014 fueron procesados por el delito de homicidio. Esta forma de describir a los niños sicarios la utiliza Mr. Blaky, cantante y músico mexicano, que en su canción «Yo soy el niño perdido» («Fiesta y resistencia», 2015) hace una magnífica (pero muy cruel) recreación de lo que actualmente viven los niños y adolescentes con sus sueños futuros.
Según datos del Censo Nacional de Impartición de Justicia Estatal, realizado por el INEGI en 2014, a nivel nacional 13 mil 960 adolescentes fueron procesados por algún delito. Además de los homicidios citados arriba, 2 mil fueron acusados de narcomenudeo, siete en la «evasión de presos», 71 por extorsión, 23 por secuestro exprés y 169 por secuestro.
Esta situación va en aumento y no hay medidas oficiales que puedan frenar este fenómeno de reclutar niños y adolescentes por parte del crimen organizado para comenzar su vida delictiva a muy corta edad, prácticamente en un estado infantil.
Un estudio realizado por la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables de la Cámara de Diputados señala que en «entre 2009 y 2010 se incrementó en 34 por ciento el número de adolescentes detenidos por participar en la delincuencia organizada, portación de armas y delitos contra la salud».
Pero el dato más relevante está relacionado con el promedio de edad de reclutamiento por parte de los grupos criminales. «La edad de reclutamiento hace una década se ubicaba entre los 20 y 35 años. En la actualidad, ingresan a las filas de la delincuencia jóvenes de entre 12 y 15 años», señala este estudio.
¿Cuáles son los factores que motivan esto? Podrá haber varias posturas, lo cierto es que podríamos destacar el menos tres, que desde mi punto de vista son fundamentales. La primera es el entorno de violencia que vive el país, en donde así como hay secuestros de migrantes o profesionistas, también hay de niños y adolescentes que son utilizados para actividades delincuenciales.
Según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), «del 1 de enero de 2012 al 31 de enero de 2015, se reportaron como no localizadas 15 mil 668 personas, de las cuales 3 mil 677 son menores de edad (2 mil 365 niñas y mil 312 niños)».
Otro factor fundamental es el efecto social que ha tenido el crimen organizado en las aspiraciones de las nuevas generaciones. En ciertas zonas del país, el gran sueño de muchos menores es convertirse en sicario, y como dice Mr. Blaky, convertirse en leyenda.
Para nadie es nuevo el hecho de que principalmente en el norte del país, ser narcotraficante o líder de las células o pandillas de sicarios pesa más que cualquier otra profesión. Esto garantiza dinero a montones, lujos, mujeres e impunidad total; algo muy atractivo para cualquiera.
Aunado a esto se encuentran las pocas oportunidades de desarrollo que existen en el ámbito laboral. Para Édgar Cortés, investigador del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, la «falta de oportunidades desalienta a los jóvenes, sus oportunidades de trabajo son muy escasas y eso hace que falsamente aparezca como alternativa la delincuencia organizada».
Y si de verdad se tiene el perfil criminal, pasar uno años en la correccional es parte de la preparación necesaria para convertirse en un gran sicario o capo de leyenda. Pero finalmente son niños perdidos «en la violencia, en la venganza, en la ignorancia…», dice Mr. Blaky.
Esta es la realidad que le puede esperar a cientos de niños y adolescentes que son obligados o que ingresan a las filas del crimen organizado y que sueñan con llegar muy alto…
Foto: Daniel Iván.
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