Por Ligiaele.
En estos tiempos de redes sociales, de información al alcance de la palma de la mano, de tecnologías y de comunicación constante, ¿no los ha hecho pensar que se necesita ya un cambio radical en nuestra sociedad?
Sí, claro, todos arman grupos de WhatsApp, intercambian chistes, avisan que ya están seguros en sus casas pero, ¿por qué nadie ha pensado en hacer un grupo de inteligencia para combatir esta crisis financiera en nuestro país?
En la actualidad y siempre, lo más importante que tenemos y podemos ofrecer es la información, pero la que educa, la que nos hace mejores seres, la que nos hace crecer como humanidad. No se trata únicamente de usarla para linchar a unos maltratadores de animales.
Personalmente creo que lo peor que se le puede hacer a alguien es privarle de su libertad, hacerle esclavo, convertirlo en un zombie inconsciente y hacerle perder su humanidad para convertirlo en un borrego pastando en la pradera, indiferente de todo lo que está a su alrededor; incluso del propio fin para el que ha sido destinado.
Estamos perdiendo artistas, creativos, fabulosos escritores y filósofos que nos apasionan y motivan para ser mejores.
No puedo imaginar el porqué ahora que se tiene una conexión global gracias a internet, en la que no necesito desplazarme físicamente para saludar a mi amiga en Francia que me transmite cómo nos ven allá, no crece nuestra inteligencia colectiva. ¿Por qué?
¿Por qué un reloj «inteligente» se considera una maravilla, cuando aún depende de mi dispositivo móvil para hacer todas sus “gracias”? Pero además, seamos sinceros, ¿un reloj despierta todo nuestro interés, acaso eso es lo más maravilloso que podemos lograr? Perdón, pero yo sigo pensando que eso es de las cosas más inútiles y banales que podemos conseguir.
Se está perdiendo la genialidad y la creación; nos hemos convertido en seres consumistas, a quienes se nos terminarán tarde que temprano los recursos si no empezamos a tomar verdaderas acciones como sociedad. Hay que ver el beneficio común por encima del beneficio económico individual.
El caso Konami
El mejor ejemplo que se me ocurre comentar es el del exvicepresidente de Konami Digital Entertainment, Inc.: Hideo Kojima.
Amable lector, antes de que por su cabeza aparezca el cuestionamiento «¿y los videojuegos, qué?», le recomiendo seguir leyendo para no sólo encontrarse con el qué, sino quizá hasta algo más.
Personalmente considero a los videojuegos, además de entretenimiento, una expresión artística; ¡de verdad!, hay una cantidad de historias verdaderamente conmovedoras, otras que dejan moraleja y muchas más que nos permiten encontrarles más de una, dos y hasta tres interpretaciones.
Bien, pues justo así me ha resultado la saga «Silent Hill», esa a la que Hideo Kojima ha dado vida a lo largo de más de 5 títulos con historias escalofriantes, un buen nivel de acertijos y no demasiada destreza en el control.
A finales de 2014 se lanzó un demo del siguiente capítulo de la saga llamado «P.T.», una escalofriante historia en el que el mexicano Guillermo del Toro tenía parte de responsabilidad en su realización, y misma en la que el actor Norman Reedus («The Walking Dead») sería el protagonista. Sin embargo hace un par de meses se anunció la cancelación de este proyecto y posteriormente nos enteramos que Hideo rompió relación con la empresa Konami (quien es la dueña del título); por lo que éste como un par de juegos más no verían la luz.
En definitiva no fue por un aumento de sueldo, ni por peticiones extravagantes del actor, simplemente fue porque Kojima está molesto por la visión de Konami en realizar videojuegos para dispositivos móviles cuyo objetivo principal es generar mini transacciones para obtener ganancias mucho más altas.
La empresa Konami deja de lado una saga tan fabulosa para convertirse en los fabricantes de los siguientes «Flappy Bird» o «Candy Crush»; juegos que si bien generan entretenimiento, no transmiten ni inspiran a mi parecer genialidad alguna.
Mi conclusión para esta reflexión es que se está dejando de lado el objetivo principal que es buscar el beneficio común para nuestra sociedad, y desafortunadamente todos los servicios, productos e información se desvirtúan con el fin de obtener ganancias inmediatas, beneficios a corto plazo que a largo plazo nos cobrarán una factura más alta.
Si no me creen, hasta en la película infantil «Lorax» podrán encontrar el mensaje.
Fotos: Daniel Tabas, Álvaro Ibáñez, Fabio Santana.
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