La indomable fuerza de ‘Mustang: Belleza salvaje’

Por Paty Caratozzolo.

La película está por empezar, la pantalla todavía está oscura, se escucha la voz de una mujer proclamando una verdad incontestable:

“…todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos:
Estabas cómodamente instalada y de repente
el mundo conocido desaparece bajo tus pies…”

La voz no pertenece a una venerable anciana sino a una menuda niña turca de diez años. Y la mujer que les da voz a las mujeres de la película es la directora Deniz Gamze Ergüven junto con la co-guionista Alice Winocour. Ambas francesas, ambas graduadas de la famosa escuela La Fémis de Paris, y ambas aclamadas en la última edición del Festival de Cannes.

«Mustang: Belleza salvaje» es una película hecha por mujeres sobre mujeres. Es la crónica del desmoronamiento del mundo íntimo, doméstico y femenino de cinco hermanas casi niñas y de la abuela que las cuida. En los extremos de este universo, jalando para cada lado, tensionando los bordes desde afuera en forma antagónica aparecen otras dos mujeres: por un lado la maestra joven, amorosa, que se va a vivir con su novio a Estambul representa la modernidad, la utópica ilusión de la independencia, la fuerza que empuja a Turquía hacia Europa; por el otro lado una vecina de edad indefinida, con túnica hasta los pies de color indefinido, con rostro indefinido detrás del pañuelo, y quien representa la tierra profunda, la fuerza que empuja a Turquía hacia el desierto del pasado.

En la primera escena las niñas van a la escuela, juegan con sus compañeras, se meten al mar, cantan, ríen, bromean, se abrazan, corren, llevan el pelo suelto y el alma también. En la segunda escena la denuncia de la vecina por comportamiento indecente rompe la burbuja que envuelve el mundo de las hermanas y ya nada vuelve a ser igual. De repente las paredes se levantan, las ventanas se enrejan, los vestidos se oscurecen y se alargan. Ya no hay risas, ya no hay bromas, ya no hay mar. El destino se presenta igual de gris para las cinco, sin embargo aquí aparece lo interesante de la historia: por más oscuro que parezca, el verdadero color del destino lo hace cada una, y así sucede que una se casa bien, otra se casa mal, una no resiste, la otra se abandona y la última, la pequeña y frágil Lale resulta ser el «Mustang», el caballo salvaje, el que no tiene dueño ni puede estar encerrado, el indomable.

La película parece filmada en blanco y negro, como si las protagonistas sólo tuvieran dos opciones, pero inesperadamente va apareciendo de repente lo rojo, como sortilegio: la pelota rebotando en el encierro de las paredes del patio, la alfombra del cuarto como un manto de flores, los zapatitos de charol para salir corriendo, el cinturón de los vestidos de novia como una herida, la sangre en la sábana conyugal como una condena y por último la camioneta del amigo que zigzaguea por el camino como separando las aguas del mar para la huida.

Pero para poder huir entre las aguas abiertas del Mar Rojo primero tienes que levantarte sobre tus pies, luego caminar hacia el agua y por último estar convencida de que las aguas se van a abrir a tu paso. Esa es Lale, la verdadera heroína de la historia.

«Mustang: Belleza salvaje», de Deniz Gamze Ergüven, está nominada al Oscar como mejor película extranjera y se estrena en México este próximo viernes 5 de febrero cortesía de Cine Caníbal.