Muchas veces el amor al cine nace cuando somos niños. Las historias de hadas y princesas o caballeros en peligro proyectadas en pantalla fueron, las que crearon esa fascinación que nos invadía cada vez que entrábamos a la sala y el proyector se encendía. Ya de adultos es probable que nos hayamos enfrascado en las corrientes del cine de la posguerra y que viéramos a las películas como una fuente de crítica social o para plantearnos problemas existencialistas.
Es más, seguramente hemos dejado pasar muchos estrenos comerciales porque no tenemos excusa para ir: hermanos, hijos o sobrinos que nos arrastren a ver esos retellings de los cuentos con los que crecimos. A pesar de esto, el negocio de los retellings en Hollywood ha resultado ser todo un éxito entre el público adulto. Es probablemente esa fijación que tenemos en contra de crecer pero el saber que no podemos evitarlo, y claro, qué mejor escape que la ficción y los cuentos de hadas con el toque tenebroso o lujurioso que nuestras pupilas adultas esperan ver.
«El cazador y la reina de hielo» deja satisfechas esas expectativas y lo hace de forma excelente. No se queda en una historia básica de buenos contra malos, de hecho, apela al gusto de estos tiempos por ver qué hay detrás de los antagonistas (¿será porque todos nos sentimos más cercanos a los villanos que a los héroes?) y también, tiene buena dosis de una trama amorosa que nos mantiene al filo pues los obstáculos dependen tanto de los factores externos como de los conflictos internos de los protagonistas.
Las villanas, dos hermanas que desean tener el poder de los reinos del Norte y el Sur son, seres lastimados por cuestiones que ellas no pudieron controlar o por decisiones propias que implicaban la pérdida de algo. Es muy interesante una de las frases de la reina Ravenna, quien ya había hecho su aparición en la cinta de «Blancanieves y la leyenda del cazador», enuncia: «¿Crees que yo no quería amor, tener hijos…? Pero quería algo más grande y tuve que sacrificarlo». Es probablemente el único momento de debilidad de Ravenna, en donde todo lo que tiene fríamente calculado pasa a segundo plano y deja ver las emociones encontradas por jamás haber amado, o por haber tenido que renunciar al amor. Algo que me inquietó mientras los efectos visuales me impactaban, ¿eso habrá querido sugerir que las mujeres poderosas no pueden llevar el título de esposas o madres? Esperemos que no, pero esas líneas solo demuestran el dinamismo y cuestionamientos de la sociedad que demanda ver esos retellings de lo que ya conocía.
Y es que ciertamente, los cuentos originales no son como nos los pintaban las películas animadas y hay mucho jugo que sacar de lo que los Grimm o Andersen nos dejaron. Prueba de ello es Bruno Bettelheim, quien escribió el famoso «Psicoanálisis de los cuentos de hadas». No porque aquello sea la última palabra en cuanto a ver que hay más allá de una princesa en peligro o una villana cuya obsesión son los espejos, al contrario, porque daba pie a explorar todas las posibilidades que en siglo XXI entusiasman tanto a creadores como a espectadores.
Las actuaciones están a la altura de una gran aventura, con Emily Blunt como una preciosa Reina de Hielo producto de una tragedia personal; valientes protagonistas como Hemsworth y Chastain y buena dosis de humor con los compinches de éstos. Visualmente es hermosa, los detalles en el ambiente de los bosques que está lleno de criaturas y fauna mágica que pintan un cuadro maravilloso ante nuestros ojos. Aunque de todo, lo mejor de estas películas es ir al cine y emocionarnos como antes, recordar que aún dentro de nosotros está ese niño cuyo primer amor fueron las buenas historias.
«El cazador y la reina de hielo» se estrena hoy viernes 8 de abril en cines de nuestro país. Distribuye Universal Pictures México.
Con imágenes cortesía de Universal Pictures México.
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