La mariguana es idolatrada, consumida, producida y distribuida desde hace miles de años en todo el mundo. Sin embargo, a finales del siglo XX se convirtió en la droga recreativa más usada en todo el planeta, dejando ganancias millonarias a los narcotraficantes de cannabis.
Además, es una planta que está llena de mitos y leyendas. Según algunos historiadores, la mariguana se usó desde el año 2737 antes de Cristo en China, como un agente médico para ciertas enfermedades.
Según Barney Warf, profesor de geografía en la Universidad de Kansas en Lawrence, «desde los antiguos cazadores y recolectores prehistóricos, hasta los vikingos, el cannabis se utilizaba ampliamente para fines de medicina y espirituales, en los tiempo pre-modernos».
Agrega Warf: «La idea de que se trata de una droga maligna es una construcción muy reciente y el hecho de que es ilegal es una anomalía histórica».
Bajo este contexto, existen pruebas que demuestran el uso terapéutico del cannabis en el antiguo Egipto, Persia, Tíbet, Azerbaiyán, Grecia, Israel, Palestina y otros países árabes; además, el pueblo asirio también tenía conocimiento del cannabis y sus propiedades psicoactivas.
Es decir, la mariguana ha estado presente en casi todo el desarrollo de la humanidad moderna. Para el continente americano, la cannabis llegó con los europeos, e incluso en la Nueva España se comenzó a cosechar por orden del mismísimo rey Carlos V.
La leyenda dice que los indígenas, tras ser derrotados y sufrir la muerte de millones de personas de su clan, descubrieron su poder alucinógeno, que era utilizado para “curar el alma” de la mano de las curanderas brujas, a las cuales llamaban Marías o Juanas, lo que se simplificó en el nombre de la mariguana para referirse a la planta que utilizaban en sus curaciones.
Han pasado casi 500 años de esto y en pleno siglo XXI nos seguimos preguntando, como sociedades cultas y modernas que somos, si la mariguana debe o no legalizarse.
En un hecho inédito, el presidente Enrique Peña Nieto envió al Congreso su iniciativa para reformar Ley General de Salud y al Código Penal Federal, con la cual pretende modificar el marco regulatorio para permitir el uso médico de la mariguana y sus sustancias activas, así como para aumentar hasta 28 gramos el límite legal para una persona.
La polémica ante esta iniciativa apenas comienza, ya que muchos sectores conservadores de la sociedad ven a esto como el impulso que hacía falta para que millones de personas consuman, se vuelvan adictos y sea todo un caos de distribución legal.
Otros la visualizan como si fuera la panacea para acabar con el narcotráfico. La realidad es que no es más que un avance significativo para ganarle terreno a una situación que es innegable en todo el mundo y que comienza a ser factor de cambio -para bien- en muchas sociedades.
En Uruguay por ejemplo, el consumo de mariguana prácticamente se abrió de forma legal; se puede cosechar, comprar para fines medicinales, hay clubes donde se puede ir a echarse un “churro” sin problemas, pero lo más importante es que esto no ha aumentado el número de adictos en ese país.
Según el Observatorio Uruguayo de Drogas (OUD), solo el 14.6 de la población entre 15 y 65 años consume diariamente mariguana, y el 79.9% la ha consumido “algunas veces en los últimos 12 meses”.
Aun siendo ilegal, en México 5.7 millones de personas la consumen y tan solo 550 mil son adictos, según cifras del Centro de Integración Juvenil.
Aunque la iniciativa de reforma de Peña Nieto no es tan amplia ni tan abierta, lo más significativa de esto es que finalmente hay voces que están promulgando un cambio en la percepción de las drogas, y la posibilidad de insertarlas de cierta manera en el marco legal.
Desde que comenzó la “guerra contra el crimen organizado” en 2006, “tenemos desde el 2006 más de 150 mil personas asesinadas y desde el 2011, tenemos más de 280 mil personas desplazadas por la violencia”, según Amaya Ordorika Imaz, de la Comisión Mexicana en Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH).
Puede ser que esta iniciativa no modifique en gran medida el escenario de las drogas en México, pero lo que abre es una ventana para cambiar el discurso de cerrazón y daños colaterales, as+i como la idea de que solamente con violencia se puede combatir al narcotráfico, a uno más abierto que intenta iluminar el camino para romper los prejuicios, el miedo y la carga social que hay sobre las drogas y su consumo.
Ahora nadie se espanta del tabaco, el alcohol o los opiáceos medicinales, pero en su momento, pasaron por etapas de prohibición que marcaron la historia con épocas de violencia desmedida, y ahora se está repitiendo el ciclo…
Foto: Marc Fuyà.
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