Por Paty Caratozzolo.
«¿Acaso la muerte no es todo lo que tenemos en la vida?»,
«Lacrimosa (Réquiem)» (1873), de Giuseppe Verdi.
La vida continúa, lo sé, pero lo que yo ignoro e ignoran todas las personas que han perdido a un ser querido es cómo continuar la vida, cuando entre pecho y espalda, ahí dónde teníamos el corazón, nos ha quedado un terreno devastado, una tierra baldía como diría T.S. Eliot, un campo de Flandes lleno de amapolas como lo sintió John McRae.
Réquiem a la italiana
Los artistas de todos los tiempos crearon una música especial para acompañarnos en nuestro dolor. Giuseppe Verdi escribió su réquiem, en forma de oratorio, en 1873 para el funeral de Alessandro Manzoni.
«Lacrimosa (Réquiem)» (1873), de Giuseppe Verdi.
La obra se estrenó en 1874 en la iglesia de San Marco en Milán con un coro de nada menos que 120 voces y 100 instrumentistas en escena. Especialmente hermosa es su «Lacrimosa», lugar de las lágrimas. La imagen del Verdi sufriendo por su héroe muerto me trae a la vista el famoso cuadro de Vincent Van Gogh, «El retrato del doctor Gachet»: un hombre descansa la cabeza sobre su puño, el codo apoyado en la mesa, los ojos abiertos como platos, con un gesto triste y melancólico de aquel que no entiende qué es lo que pasa y se encuentra sumido en una soledad absoluta aunque esté rodeado de gente.
«El retrato del Dr. Gachet» (1890), de Vincent van Gogh.
Réquiem a la francesa
Se trata de la famosísima misa de réquiem compuesta por Gabriel Fauré entre 1886 y 1888 y que fue interpretada por primera vez en la Iglesia de la Madeleine de París.
«Se ha dicho que mi réquiem no expresa el miedo a la muerte y ha habido quien lo ha llamado un arrullo de la muerte. Pues bien, es que así es como veo yo la muerte: como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior», Gabriel Fauré.
«Pie Jesu del Requiem», de Fauré (1888).
Fauré empezó a escribir esta obra luego de la muerte de sus padres y por eso puede ser considerada como una expresión de su tragedia personal. Particularmente la parte que más me emociona es el «Pie Jesu», piadoso Jesús, que es interpretado por una soprano en solitario. Esta canción me hace pensar en que no solo nuestros ojos lloran, también llora el día y la tarde y llora todo nuestro entorno, como en «Rain Storm, Union Square», pintado por Childe Hassam. El cuadro transmite un estado de llanto total, las ropas negras, los paraguas, el aire de la tormenta, los peatones caminando por una acera empapada, los árboles ocres los rostros pálidos…
«Rain Storm, Union Square» (1890), de Childe Hassam.
No, no hay forma de seguir igual, diez mil años de historia y no podemos sobreponernos a la pérdida de nuestro ser amado. Sólo hay un poco de consuelo en la música, en el arte, en la poesía… el músico, el artista, el poeta se hizo fuerte y nos regaló una flor marchita de su pecho destrozado, la arrancó con sus manos y nos la entregó para hacernos menos duro el sufrimiento, más liviano el insomnio, más dulce el recuerdo.
Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!
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