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Lo que «Coco» dejó en el silencio…

Columnistainvitado
Por Sandyluz
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Gran furor se suscitó con el reciente estreno del filme «Coco». Estratégicamente exhibida, en vísperas del Día de Muertos, «Coco» movió grandes masas para presenciar esta amalgama de nuestras tradiciones nacionales. Pero, ¿realmente «Coco» es retrato fiel del mexicano promedio y de los valores arraigados en nuestra sociedad?, ¿qué tan incluyente es «Coco», en ese sentido? El director del filme, Lee Unkrich, declaró que «Coco» era «una carta de amor dirigida a México»; desde esa óptica, su visión sólo podría ser bien intencionada; sin embargo, ¿qué tan positivos son los esquemas de conducta y estereotipos, promovidos por tan pintoresca película?

Si algo hay que aplaudirle a «Coco», es lo impecable de su hechura. La calidad de sus efectos especiales habla del cuidado que puso Disney en este proyecto. Sobresale su correcta narrativa, con un conflicto claramente planteado: un niño, con destrezas musicales, quiere romper con la tradición familiar de ser zapatero; su clímax es vertiginoso: el chico corre el riesgo de quedarse en «el más allá», al tener la disyuntiva de recibir o no la bendición de la inescrutable tía que le exige renunciar a la música y al lastimoso pasado familiar. El desarrollo de «Coco» es ingenioso: múltiples peripecias permiten al espectador participar del relato; todos los personajes secundarios cumplen su función, dejando esa satisfacción de que «todas las piezas» embonan. También destaca el casting, con voces encarnadas por actores mexicanos de renombre, que detallan finamente cada personaje.

Sin embargo, luego de la embriaguez solidaria de sentirnos parte de una película de abultado presupuesto, queda «en el asiento del vaso» que México es un país donde imperan las clases sociales. Es muy triste la sugerencia de que, aun en el mundo de los muertos, hay un barrio para «la gente bien» y para «la gente mal» (los desarraigados, solitarios, poco productivos y olvidados). También, cabe señalar que el diseño del inframundo, más que parecer un pintoresco pueblo guanajuatense, es más afín a una panorámica de Disneyland, recargado de colorido, luces y verbenas. El escenario careció de esas callecitas tétricas y añejas, donde suceden las tradicionales leyendas mexicanas de terror.

Uno de los valores que exalta «Coco» es la lealtad a la familia. Y sí, es de valorar que un filme reconozca la cohesión hacia nuestro núcleo familiar, pero esto representa una discriminación para los solitarios, para quien no logró comulgar con su parentela. Luego, ¿por qué incluso, después de la muerte, tendría que dependerse de una familia que no supo arropar? ¿La falta de este apego familiar merece el olvido, después de la muerte? Como dictadura, «Coco» plantea que si los vivos no tienen una fotografía para recordarte, serás condenado en el más allá, cosa tan separatista, como injusta.

Y hablando del olvido -terror primordial de los muertos-, pueril la manera en la que resolvieron que el personaje de Ernesto de la Cruz (representación de Pedro Infante) fuera desplazado, mediante poner afuera de su mausoleo la leyenda «olvidado»; ello evidencia la importancia de la opinión pública y «del qué dirán», en la sociedad mexicana. Incluso, cuando se hayan descubierto las trampas de dicho personaje, sería recordado por eso: por embustero y desleal; así, mentira que sería olvidado, y menos en una sociedad tan rumorosa como la nuestra.

Tampoco quiero omitir la fatal impresión que causa la severa imagen de la abuela, sí, esa típica viejita que piensa que «la letra con sangre entra». Resulta traumatizante que rompiera la guitarra de su nieto, sin escuchar razones; deplorable que lanzara violentamente su chancla, contra un perro feral indefenso; todo ello nos hace cuestionar la idea tradicional de que los mayores siempre tienen la razón. La abuela revela a una persona sin sensibilidad, ni tacto, hacia las ideas distintas a las suyas, en este caso, la vocación musical del chico.

Finalmente, me pregunto: ¿por qué causa gracia que el personaje de Héctor (coadyuvante en la trama), fuera un andrajoso, excluido y sin posibilidades de cruzar el puente, debido a un desprestigio inmerecido? ¿Dónde queda la justicia divina? El filme plantea que las personas que mueren infames siguen pagando esta falta de reconocimiento social, en el más allá. Un hombre desacreditado tiene que seguir vistiendo harapos en un mundo no material, donde se supone que lo corpóreo es lo de menos. Es lamentable que, como fallecido, debas seguir pasando por controles aduanales (como en la frontera México-Estados Unidos), donde lo burocrático dictamina el derrotero de «una alma en pena», según se quiera rondar en el mundo de los vivos o de los muertos.

Así, a reflejar, por medio de un bienintencionado filme, que los mexicanos vivimos a expensas de lo que digan los demás; que debemos seguir el designio de nuestra familia; y que, vivos o muertos, tenemos las ataduras de las diferencias de clases, que imperan en el «más acá» y en «el más allá». Cómo es eso de que los mexicanos queremos ser globalizados, pero nos emociona que los más ancianos fastidien las miras de los más jóvenes, debido a la incompatibilidad generacional de ideas. Genera estrés que una persona deba vivir y morir, a expensas del reconocimiento de su familia. Qué delicado condenar al olvido al solitario, marginado, o al simplemente carente de una imagen fotográfica. «Coco» sí muestra ciertos valores tradicionales familiares, ¿pero realmente es incluyente? «Coco» retrata mucho el contexto familiar rural, pueblerino, mas no el citadino, afianzando el estereotipo del mexicano rezagado y tercermundista. «Coco» deja en el silencio que se vale que la familia sean las personas que tú escoges y que un individuo tiene libre albedrío, para elegir su porvenir, sin que ello deba implicarle un castigo o desprestigio. «Coco» habla de sentimientos profundos y amores inolvidables (la esencia de la relación padre-hija, Héctor-Coco), pero calla otros aspectos, que lejos de acreditar, desfavorecen la imagen del mexicano actual.

Fuentes consultadas: Unkrich, Lee. «Coco». E.E.U.U: Pixar, Animation Studios and Walt Disney Pictures, 2017.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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