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Las anticuadas telenovelas y «Big Little Lies»

Columnistainvitado
Por Sandyluz
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En agónicas épocas decembrinas y con el ocio empoderado, me di la tarea de mirar “la tele”. Sí, hacer el tan libre como dichoso ejercicio del zapping (“cambiarle de canal”, durante los espacios comerciales). Fortuitamente me encuentro, transmitiéndose por HBO, algo con luminosos créditos y escenas de playa, algo con poderosos nombres como Reese Whiterspoon, Nicole Kidman, Laura Dern, Shailene Woodley y Zöe Kravitz. En primera instancia, pensé que se trataba de un largometraje (por cierto prometedor). Sin embargo, a la hora de ver el transcurso del relato, me percaté de que estaba ante una serie televisiva, una de esas series estadounidenses tan cuidadosamente producidas, que ponen en jaque a las obsoletas telenovelas mexicanas, protagonistas por tanto tiempo de las tardes placenteras de abuelas, madres e hijas. «Big Little Lies» legitima su necesidad de ser una serie episódica.

Estrenada en el 2017 y todavía en circulación, «Big Little Lies» sigue cosechando buenas críticas, aun cuando ya ganó cuatro Golden Globes, que validan su calidad estructural: «Mejor actriz estelar» (Nicole Kidman), «Mejor actriz de reparto» (Laura Dern), «Mejor actor de reparto» (Alexander Skarsgard), y, desde luego, «Mejor serie televisiva».

Estructuralmente hablando, vemos, en sus 12 episodios, el desenvolvimiento pleno de personajes complejos que interactúan, en torno a sus roles de esposa, madre y amiga. Esta serie pone en manifiesto la necesidad de tener actrices de peso para mostrar las sutiles facetas del conflicto, en torno a cada uno de sus personajes. Por otro lado, la serie tiene congruencia absoluta, pues en cada capítulo presenta un conflicto inicial, mismo que evoluciona y crece durante el desarrollo, hasta llegar a su punto clímax y desenlace. Desde el capítulo uno, hasta el capítulo doce se atiende el tan complejo como menoseado tema de las relaciones de pareja y de los entornos familiares, abarcando todo lo que éstos muestran y esconden, detrás de su frágil umbral.

En cuanto a los personajes y el desenvolvimiento de cada subtrama, es importante mencionar, que, a pesar de que el tema pudiera parecernos muy tocado y hasta banal, realmente los escritores de esta serie se esforzaron en mostrar personajes femeninos muy distintos entre sí, pero con una vida en común en torno a sus hijos (quienes comparten escuela); también, en torno al juego de máscaras que todo ser humano sabe jugar, cuando debe cuidar una imagen pública y su exposición ante la sociedad. Laura Dern (Renata) es una ejecutiva de alto rango, preocupada por cumplir profesionalmente y como madre; su orden se trasgrede cuando su pequeña hija comienza a ser hostigada en la escuela. Reese Whiterspoon (Madeline) es una pasional, creativa y entusiasta dama de sociedad, quien va por su segundo matrimonio y sufre las vicisitudes de criar a una hija adolescente y a una hija niña, además de cumplir con su solidario rol de entregada amiga y ciudadana. Nicole Kidman (Celeste) es una elegante y discreta dama, que se vio forzada a truncar su carrera de abogada para solventar un hogar con dos hijos y un esposo autoritario y violento. Finalmente, Shailene Woodley (Jane) es la foránea, recién llegada a Monterey (California); trae consigo la incógnita de su falta de arraigo, asimismo, el reto de sacar adelante con sus limitados recursos al pequeño que lleva a cuestas.

El lema de la serie reza: “A perfect life is a perfect lie”, sintetizando en una frase el juego de apariencias que juegan muchas madres y amigas de clase media alta y alta; dicha frase evidencia que este asunto de las clases sociales y “el qué dirán” sucede tanto en México como en Estados Unidos; y quizás en todos los confines del mundo, en donde haya un ser humano adherido a un grupo social. El impactante capítulo inicial pone al televidente ante un texto mosaico, es decir, no narrado cronológicamente, sino de manera fragmentada: ha sucedido un crimen y un grupo de padres de familia dan su testimonio, planteando, desde un inicio, la enganchante duda: ¿quién murió y quién fue el asesino? –premisa básica que acciona nuestro innato morbo hacia este tipo de dramas de corte detectivesco–.

 

Más allá, me permito recomendar esta galardonada serie, por ser una propuesta joven y refrescante, ante la oleada de programas insulsos, ante los muchos sketches cómicos de la televisión. Hablando de las telenovelas, da gusto por fin superar las historias predecibles, atiborradas de clichés y de malas actuaciones, donde el común denominador es la formación de parejas entre personajes de distintas clases sociales. Causa verdadero placer ver un programa televisivo, donde prevalece el buen drama, el diálogo imprevisto (aun con su cotidianidad), los personajes asequibles, reales y vivos. Así como las grandes novelas están sostenidas por las vidas que se desarrollan en ellas, las deliciosas series televisivas respiran gracias a la magia de sus personajes; gracias a la empatía o antipatía que generan y que nos hacen querer acompañarlos en la resolución de su conflicto; gracias a que estos personajes se abrazan o pelean entre sí, revelan un lado, tan hondo como real, de las relaciones humanas. «Big Little Lies» es una serie “redondita”, y, aunque quizás concebida por mujeres y para mujeres, termina cautivando a gente de todo género y de cualquier edad. Así es que, ¡mejor no le cambies de canal y permítete verla!

Kelley, David. «Big Little Lies». EE.UU: Blossom Films, 2017.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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