Por Asfaltos.
La primera vez que vi una película del director de cine alemán Wim Wenders, me quedé alucinado. No recuerdo si fue la primera película no hollywoodense que aprecié por vez primera en mi vida; pero sin duda sí fue la más impactante para mí. Aquella primera película que vi de Wenders fue «Las alas del deseo» (1987), una de las obras más celebradas del realizador; una de las más queridas. ¿La premisa? Un ángel en la Tierra se enamora de una acróbata de circo. ¿La decisión? El ángel renuncia a sus derechos y obligaciones como ángel para vivir en la Tierra. Hermosa. ¿Cursi? Definitivamente, pero es Wim Wenders.
El cineasta de 72 años de edad sigue tan activo como siempre. Su amor, ese del que se desprende su cursilería, sigue manteniéndose como siempre; como sucedió con su carta amor a la música cubana en «Buena Vista Social Club» (1999), con su carta de amor a la danza en «Pina» (2011) y con su carta de amor a la fotografía en la impactante «La sal de la tierra» (2014). Wim Wenders es un cineasta cursi, pero tremendamente talentoso; con él, el amor, adquiere ese tono poético que a veces desaparece en el cine de tono comercial que asalta nuestras salas de cine.
Basada en la novela «Submergence» del británico J. M. Ledgard (nombre original también de la película), «Siempre te esperaré» nos presenta a James More y a Danielle Flinders. El primero, interpretado por James McAvoy, es un espía británico; mientras que la segunda, interpretada por Alicia Vikander, es una prestigiada biomatemática. Los dos, en sus profundas soledades, se encuentran en un hotel en Francia donde al encontrarse, se enamoran. Y no, no un romance cualquiera, sino uno igual de hondo que ellos mismos.
Con el cuidado visual al que nos tiene acostumbrados, con tomas perfectamente elegidas y una fotografía impecable, «Siempre te esperaré» de Wenders probablemente no sea su cinta más redonda, pero con eso nos es suficiente. El realizador alemán se luce una vez más en uno de sus temas preferidos, con ayuda de un texto que ya de por sí contaba con todos los elementos suficientes para su mejor aprovechamiento. Al final Wim Wenders lo que consigue es una película con las emociones suficientes como atraparnos.
A lo anterior súmenle la presencia de James McAvoy y Alicia Vikander, quienes juntos en la pantalla forman una pareja que ya de solo de verla resulta en un auténtico placer visual. Además, la química de los dos es tan buena, que guiados por el director de cine alemán nos regalan unas muy convincentes actuaciones; el amor de sus personajes, tan inmediato como sólido, resulta fundamental para el desarrollo de la película.
«Siempre te esperaré» aborda en todo momento el relato de un amor que permanece fuerte en los momentos de mayor flaqueza de ambos. Sin querer estropearles nada hacia el final de la película, con dos escenas se nos ejemplifica la ya mencionada profundidad y el significado de un lazo que resultará siempre resistente.
La verdad es que con «Siempre te esperaré» me llevé un gran rato frente a la pantalla; sonreí y me estremecí por lo que se me iba presentando. También, cursi como soy, me fue inevitable no emocionarme con la delicadeza, cuidado y amor vertidos por Wenders en una película más en su larga, extensa y variada filmografía. ¿La repetiría? Sin duda. Para empezar por volver a ver la pareja de McAvoy y Vikander; segundo por la belleza visual. El mar… el mar tiene también un papel del que no diré más.
«Siempre te esperaré» estrenó ya en cines nacionales. ¿Recomendable? Sí. Váyanla a ver y la comentamos, ¿sale?
Con imágenes cortesía de Gussi Cinema.
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