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En Morelia nos robaron la inocencia: a 10 años de los granadazos

Columnistainvitado

Por Morelia Martínez Rodríguez.

Es increíble pensar que han pasado 10 años desde aquel fatídico 15 de septiembre de 2008. Sangre, desesperación, llanto, confusión. Muerte.

En aquel entonces no había WhatsApp como ahora se utiliza en emergencias donde se rolan fotos, videos y audios de lo sucedido; no, se corrió la voz al igual que la sangre en la plaza Melchor Ocampo, en pleno Centro Histórico de Morelia, pero no se sabía qué demonios había pasado.

Nunca salía en 15 de septiembre, ese día salí con mis amigos, fuimos al centro a un bar, echamos trago y fuimos a otro bar. Sonó mi celular, era mi madre con una desesperación y confusión preguntándome dónde estaba, ella ya había visto las imágenes, yo no tenía ni idea de lo que había pasado.

Después a mis amigos la misma llamada. Algo pasaba. Aun así decidimos darnos una vuelta por la avenida principal, completamente desierta; había una mujer del servicio público levantando la basura, ella impaciente, nerviosa, temerosa y junto a ella, un niño como de unos 10a 12 años edad. Su cuerpo estaba ahí, pero su mente estaba en otro lugar. “Algo anda mal”, solo pensaba, llegamos a la plaza, todo acordonado por el Ejército Mexicano, y a lo lejos, sangre… “Ok, algo pasó, vamos a casa”.

Llegando, algunas televisoras locales pasaron una y otra vez las imágenes, las preguntas de todos los morelianos eran: ¿Qué pasó? ¿Aquí en Morelia? ¿Muertos? ¿Atentado? ¡¿GRANADAS?!

Al día siguiente a los que afortunadamente no nos pasó nada, ni a nuestros familiares, amigos o conocidos, nos tocó levantarnos y continuar con la vida. ¿Así nomás? Así nomás, y a partir de ese día, pero con temor, con un dolor que si bien no es físico, nos dolía porque arrebataron nuestra tranquilidad, nuestra felicidad, nuestra armonía. Nuestra inocencia.

No queremos volver a recordar ese momento, pero no podemos, ni debemos olvidar a nuestras víctimas, niños, papás, abuelitas; morelianos a quienes les arrebataron la vida las esquirlas que nos dañaron a todos.

La plaza Melchor Ocampo donde estalló una granada fue remodelada en la administración de Fausto Vallejo Figueroa para tratar de olvidar lo sucedido; se hizo una placa de cantera que fue colocada ahí, en el piso, donde miles de personas caminan todos los días: algún despistado y por la prisa, tal vez sin quererlo, caminó sobre ella. Ahí donde los maestros de la CNTE han acampado, al igual que normalistas, antorchistas y demás. Es por ello que desde hace 10 años la exigencia de los familiares y víctimas era la misma, hacer un monumento para recordar a los que se fueron: nunca se hizo.

Hace unos días, y como cada 15 de septiembre desde hace 10 años, se realizó un evento conmemorativo donde participan las autoridades, colocan la bandera a media asta y colocan una ofrenda. Hoy, hace 10 años, apenas fue develado un monolito en una de las jardineras de la plaza con una placa de bronce con un mensaje que reza desde ese día lo siguiente…

Hace algunas noches un amigo, José Trujillo, compartió un texto en su muro de Facebook que me llevó a escribir esta columna, porque siento que no pudo estar más cierto en este sentir de los morelianos, a 10 años sigue la herida en nuestra ciudad.

Han pasado 10 años desde que muchos hijos se quedaron sin padre, muchos esposos se quedaron sin su amada.

¡Qué bella se ve la catedral iluminada!, qué linda se ve esa calle privada cuando se pinta del color de la bandera, qué hermoso se ve el verde y el rojo en la cantera. Pero más bonito fue ver hace 10 años sangre derramada en la acera.

El color rojo de la bandera significa la sangre derramada por los héroes, cuando debería representar la sangre derramada por los inocentes, aquellos que sólo querían gritar: “¡Viva México!”.

Este año, no debemos gritar los nombres de Allende, Aldama, Morelos; debemos gritar “¡Viva María!”, la que perdió un hijo en la estampida, “¡Viva José!”, que dejó una esposa y dos hijos, “¡Viva Pedro!”, que venía de visita a la ciudad y jamás volvió a casa.

IMG_5743Morelia Martínez Rodríguez. Me llamo como la ciudad donde vivo y resido, pero no nací aquí. Enamorada de la capital michoacana. Soy una devota de la música, todo gira en torno a ella. Escucho a Depeche Mode, Draco Rosa, The Beatles, Joaquín Sabina, Blur, el rock clásico y a Los Panchos principalmente; pero siempre abierta a las nuevas propuestas. Amo a mi familia y a mi perrito Mou de 12 años que siempre me acompaña en la travesía. Disfruto mucho de las películas y documentales de música. Trato de acudir a todos los conciertos que pueda, es lo mejor que puede existir.

 

 

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