Por Asfaltos.
Hay tramas que se repiten una, y otra, y otra vez. De hecho hay quienes afirman que son pocas las variantes de éstas; es decir, que las historias que vemos casi -por ejemplo en el cine- son básicamente siempre las mismas. Dependerá de la creatividad de los realizadores el hacerlas atractivas. Sí, en “Mis huellas a casa” (2019) es obvio suponer que se sabe de antemano cómo inicia, se desarrolla y finaliza esta historia; pero sí, resulta entretenida por su hechura.
En cuanto a películas de caninos se trata, hay todo un género. Basta con prender la televisión un fin de semana para encontrarse con varias de éstas. Básicamente la trama es siempre la misma: dueño y perro son felices y plenos hasta que algo les separa para poner a prueba su amistad. ¿Qué les deparará? Un reencuentro feliz, la confirmación misma de que no hay amistad más pura que la existente entre humanos y perros. Bien, en “Mis huellas a casa” no hay nada que en sus promocionales indique lo contrario.
Lucas (Jonah Hauer-King), un joven activista acude todos los días a una construcción abandonada donde da comer a un grupo de gatos que son amenazados por un desarrollador inmobiliario. Ahí, después de un prólogo perfecto para ir derramando la lágrima, Lucas se encuentra con Bella, o mas bien Bella descubre a Lucas. ¿Bella? La bella y amorosa pitbull que creció entre gatos para finalmente encontrar la razón de su existencia. Todo bien, todo felicidad hasta que… ¿Recuerdan la fórmula? Dueño y perro son felices y plenos hasta que algo les separa para poner a prueba su amistad.
No, no hay reproche de ningún tipo. “Mis huellas a casa” entrega todo lo que nos vende. La cinta, de evidente corte familiar, explota todos los elementos dramáticos que se pueden esperar. La prueba a vencer por los protagonistas, en especial Bella -pues es su aventura, su viaje del héroe-, es la distancia. Y no, no es poca la distancia, por lo que en su camino encontrará distintas historias que dan agilidad a una película cuyo propósito es definitivamente hacernos chillar, o sufrir. Sufrir porque para los amantes de los peludos, el destino de Bella -aunque previsible- no deja de hacernos pasar alguno que otro suspiro. Ahora, no teman, “Mis huellas a casa” es una feel good movie, es decir que no habrán exabruptos, todo fine.
En lo que respecta a elementos cinematográficos como las actuaciones, la dirección, la fotografía y demás, hay poco que decir. La cinta bien podría ser un trabajo televisivo, de no ser por algunas secuencias donde se nota que se gastó un mayor presupuesto. La pitbull habla -sin mover la boca, ¿si no se imagina qué horror?-, y aquí a destacar está su personificación; es en efecto una niña de 3 años con todas las reacciones que les conocemos a los perros, por lo que constantemente nos hace sacar una tremenda sonrisa; sí, este es un elemento bien logrado.
¿Se divertirán? Desde el principio lo sostengo. Es una cinta llena de aventura que desde ahí se gana nuestra atención. El ritmo es trepidante, la acción constante. Eso sí, reitero, la película está hecha para llorar en cada momento. Quizá eso termine por ser un poco tedioso, pues por momentos como muchas otras películas del género, se siente un tanto forzado. Si ustedes acuden a llorar a moco tendido, ésta es la elección perfecta; es válido ir al cine a emocionarse, que no les digan que no. Confieso que me gustaría que la propuesta aportara algo más, pero para eso mejor hago yo mi película, jaja…
«Mis huellas a casa» estrena mañana viernes 18 de enero en cines nacionales. Dog lovers? You’re gonna love it!
Con imágenes cortesía de Sony Pictures México.
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