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«Clímax», la orgía alucinante de Gaspar Noé

Por Adyerin Rueda.

Hay cosas que no queremos ver, que rechazamos de tajo cerrando los ojos y mirando hacia otro lado. Apretamos los párpados, los labios y nos retiramos con muecas. Irónicamente esto es lo que Gaspar Noé busca en sus películas: incomodar al espectador, retarlo y golpearlo con risa burlona porque lo que muestra no es más que la vida de todos los días, la cotidianidad marginada que se oculta tras la rutina, los modales y el buen gusto.

Directo y explicito, Noé presenta a sus personajes tal y cómo son, no los disfraza y no pierde segundos en máscaras ni tapujos, lo hace tan bien que el fatídico final puede llegar a ser predecible pero no por esto aburrido porque desde el minuto uno la calamitosa realidad humana entra en acción y no ofrece la más mínima esperanza.

Después de los ocho minutos de violación más famosos de la historia del cine occidental («Irreversible», 2002) y de una escandalosa eyaculación en tercera dimensión («Love», 2015), con «Clímax» el cineasta francoargentino no se desgasta en buscar records y se enfoca en crear un relato (que garantiza está basado en hechos verídicos) fluido con detalles memorables.

Gaspar Noé a lo largo de su filmografía se ha consolidado como un polémico provocador con su estiló único de shock, sin embargo, en esta ocasión parece que, además, quiere divertirse y presenta a un grupo peculiar de bailarines quienes deciden celebrar un exitoso ensayo con música, drogas y alcohol. Con sus habituales diálogos crudos y pesados, la convivencia empieza con pequeñas discusiones, chismes y revelaciones sexuales. Sigue un largo plano secuencia en el que cada uno de los participantes presume sus mejores pasos en la pista de baile (realmente impactantes pues el elenco se conforma de danzantes natos de las calles de París) y cuando todo parece estar relajado descubren que han sido fuertemente drogados con un ponche repleto de LSD. Es cuando el clímax aparece por primera vez: la compañía desconoce al responsable y culpa a quienes no tomaron del brebaje, dando rienda suelta a sus instintos más salvajes, a rituales primitivos y a su esencia decadente.

La transgresión y violencia, inherentes al cine de autor de Noé, atacan visualmente en la pantalla con escenas fuertes a la vez que surrealistas; inundando de color las imágenes y empapando al largometraje de tomas cenitales y encuadres aberrantes. El tono rojo alerta al público que a partir de ese instante la locura y el caos van en serio, mientras la cámara hace danzar junto a los bailarines, perseguirlos y husmear en sus cuerpos.

La historia evoca los años noventa y se desarrolla en un espacio cerrado que arrastra a una intimidad avasalladora, un logro en la cinta que si bien puede ser la menos grotesca de Gaspar, sí es una de las más ambiciosas: filmada en tan sólo quince días con pocos actores profesionales y un guion ambiguo. El encierro claustrofóbico hace referencia inmediata al «Saló, o los 120 días de Sodoma» de Pasolini y a la «2001: odisea del espacio» de Kubrick (que son bien sabidas inspiraciones del director) en las que el peligro se encuentra confinado por igual con las víctimas. Los protagonistas se pasean en pocos metros, habitaciones y pasillos testigos del desenfreno de estos inadaptados sociales; marginados no por su profesión de artistas sino por sus inclinaciones, condiciones y sus vulgares estimulantes: homosexuales, bisexuales, lesbianas, adictos y madres solteras que estando al borde de un abismo sólo les bastó un pequeño empujón para caer y sucumbir.

Sin abandonar su recurrente fascinación por la muerte, el sexo, el suicidio, la anarquía y lo no nacido; por la exposición literal de lo miserable y de la normalización de las drogas tan humanas y tan bestiales como el hombre mismo, Gaspar Noé insiste nuevamente en el tiempo que para él, contrario a lo que el mundo piensa, no lo cura todo sino que lo destruye y corrompe.

 

Considerada la «Mejor película fantástica» por el Festival Sitges 2018, «Clímax» se acompaña musicalmente todo el tiempo de los arreglos de Thomas Bengalter que mezcla a Aphex Twin con Neon, y otras joyas de la época, con los gritos del pequeño Tito. Esta orgía sanguinaria, atiborrada de fantasía visual, no es terror sui géneris; es el terror al que nos tiene acostumbrados Noé, el de la angustia y lo aborrecible, el terror que se encierra dentro de todos nosotros y que se identifica mejor como un drama alucinante que por primera vez entrega, aparentemente, un ácido final feliz.

«Clímax» estrena mañana viernes 18 de enero en cines nacionales.

Con imágenes cortesía de Cine Caníbal.

 

 

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