Por Asfaltos.
En los recientes días las carteleras de cine en nuestro país han presentado una «irregularidad»; en ellas hemos encontrado diversas cintas mexicanas y la mayoría de una muy buena calidad. Por mí que esa «irregularidad» permanezca, porque además cada una de las películas estrenadas han encontrado a un público distinto. Ese es el caso de la más reciente película de Sebastián Hofmann, «Tiempo compartido» (2018).
Hofmann, quien saltó a la fama en 2012 con su particular «Halley» que se ganó a la crítica especializada con la historia de un hombre que literalmente se deshacía frente a nuestros ojos, regresa con una película que una vez más podríamos clasificar como una pesadilla. Y no una pesadilla para el espectador, aunque sí incomoda y por varios minutos a éste (e inclusive después), sino en particular una pesadilla para sus protagonistas.
«Tiempo compartido» nos presenta en primer plano la historia de Eva (Cassandra Ciangherotti) y Pedro (Luis Gerardo Méndez), una joven pareja que llega junto con su hijo a un sitio idílico para disfrutar de unas añoradas y necesarias vacaciones. El lugar parece imperturbable hasta que un evento los toma a todos por sorpresa. Otra pareja, liderada por Abel (Andrés Almeida), llega a las puertas de donde se hospedan Eva y Pedro por un error del hotel: ambas parejas deberán entonces vivir esa semana de vacaciones en el mismo tiempo compartido.
Por otro lado, en un segundo plano donde poco a poco se nos irán revelando sorpresas, un trabajador del hotel llamado Andrés vive ensimismado en su rutina después de un evento que le ha cambiado para siempre la vida. La coexistencia al lado de su mujer Gloria (Montserrat Marañón), quien trabaja en el mismo lugar, se complica cuando ella busca a toda costa ascender en la compleja pirámide laboral. Guiada por Tom (R.J. Mitte, el mismísimo de la serie «Breaking Bad»), Gloria deberá definirse entre su futuro en el hotel y su vida junto a Andrés.
Para Pedro y para Andrés, ambos en posiciones distintas, el hotel es un auténtico infierno; una pesadilla de la que ambos tendrán que despertar mientras que sus parejas Eva y Gloria se enfrentan a sus propios dilemas que al mismo tiempo las confrontarán con sus parejas. Abel y Tom, a su manera, personifican el desgaste emocional que enfrentan los personajes principales; a quienes también ponen a prueba en un lugar donde la descomposición, si bien no es física al estilo de «Halley», sí es ante todo energética y emocional.
Con una fotografía exagerada, llena de colores saturados y en extremo editada, misma que rima con las imágenes perfectas que usan los hoteles para vendernos el paraíso ideal que significa la estancia en ellos, Hofmann nos va introduciendo en un viaje que es además aderezado de gran manera por una música que termina por estresarnos por completo en el viaje. En las actuaciones destacan, sobre todo, un Miguel Rodarte irreconocible y un Luis Gerardo Méndez bastante eficiente.
«Tiempo compartido» es ante todo una experiencia que se destaca de manera particular en el cine mexicano. Los riesgos tomados por un confeso «de gustos pretenciosos» Sebastián Hofmann, funcionan para la historia y forma en la que se nos cuenta la película. La incomodidad de todos los elementos, como sucede por ejemplo con el personaje de Andrés Almeida, resulta perfectamente balanceada para complementar la experiencia «pesadillesca» que termina siendo «Tiempo compartido».
La cinta, estrenada bajo el sello de Piano del propio Sebastián Hofmann, es de nuevo una garantía para quienes hemos seguido el trabajo de esta productora y distribuidora. La película se debe disfrutar en condiciones idílicas en una sala de cine. Sí, la historia nos hará cuestionarnos al final sobre cuántas veces nos hemos obligado a vivir unas vacaciones breves de manera estrictamente maravillosa; pero sobre todo a reflexionar sobre el peso que tienen los estereotipos sociales sobre algo tan sencillo como la vida misma.
«Tiempo compartido» es una pesadilla en pantalla; ¿o es acaso apenas una acotada representación de una más larga y tortuosa pesadilla cotidiana?
Con imágenes cortesía de Piano.
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