El «otro» 11 de septiembre, el apoyado por los estadounidenses, el recordado en fotos, anécdotas y audios. Estremece conocer ese «otro» 11 de septiembre que se llevó a cabo en Santiago de Chile, hace cuarenta años, en 1973. Las imágenes evocan a lo sucedido en la ciudad de México durante la Decena Trágica; no nos es ajeno.
Ante la emergencia, ante el desastre, surgieron héroes que salvaron vidas entre el caos político: uno de ellos el mexicano Gonzalo Martínez Corbalá, embajador de México en Chile. Acogiéndose entonces a la Convención de Caracas de 1954, que permitía al país que otorga un asilo el derecho de admitir a las personas que éste decida, sin aceptar reclamo alguno; Martínez Corbalá decidió ayudar.
El primer grupo que guió salió de Chile el 15 de septiembre de 1973; entre los pasajeros se encontraba Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende, y dos de sus hijas. Los nombres de la familia del expresidente Allende, derrocado por la milicia chilena, fueron escritos por el embajador en un trozo de papel que siempre conservó.
Después de un trayecto difícil de la embajada al aeropuerto, donde los militares intimidaban a los pasajeros, fueron todos recibidos a su llegada a México por el entonces presidente mexicano Luis Echeverría y su gabinete entero. Todos de negro; todos de luto. Una vez en México Martínez Corbalá pidió regresar; aún había cientos escondidos en las sedes diplomáticas y el embajador temía por sus vidas.
A su regreso tenía una tarea encomendada por Echeverría, la de traer al Nobel de Literatura Pablo Neruda al país; antes de partir Martínez Corbalá llamó a su mujer y se subió a un avión. Para la tarde del 17 de septiembre llegó a Santiago en medio del caos. Neruda, amigo del embajador, desistió abandonar su país. No sería sino hasta una serie de palabras que finalmente cedió; después de elegir el día sábado 22 como fecha de salida, Neruda postergó todo para el lunes 24; el escritor murió el domingo 23.
Entre 1973 y 1990 el gobierno mexicano aceptó entre 6,000 y 8,000 chilenos; 400 de ellos aproximadamente fueron gestionados por el propio embajador. Nunca se jactó sin embargo de lo conseguido, siempre reconoció a sus homólogos sueco y guatemalteco. Hoy día su nombre es poco conocido, y aquí decidimos que era importante reconocerlo.
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