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«Ningún acuario, ninguna pecera en un ‘marineland’, por muy espaciosa que sea, puede replicar las condiciones del mar. Y ningún delfín que vive en uno de esos acuarios o ‘marinelands’ puede ser considerado normal», Jacques Cousteau.
En una ciudad donde el maltrato animal no es ajeno, donde los perros callejeros abundan, donde circos de animales se pasean con el consentimiento gubernamental y con oídos ajenos a las protestas; en una ciudad así, llega ahora un acuario con millones de pesos invertidos y cientos de especies acuáticas. Qué maravilla.
El denominado acuario más grande del país involucró una cifra de 250 millones de pesos para la construcción de 3 mil 500 metros cuadrados repartidos en cinco niveles y con 5 mil ejemplares de más de 230 especies.
Tiburones, medusas, manta rayas, cocodrilos, pirañas, barracudas, y próximamente hasta pingüinos, formarán parte del entretenimiento de cientos de personas que podrán visitar el Acuario Inbursa a partir del próximo miércoles 11 de junio de 2014.
Ah, eso sí, el Acuario Inbursa contará con el Centro de Conservación (Ceconse) que incluye a un grupo de especialistas que analizarán el agua, prepararán la dieta de cada una de las especies y cuidarán su reproducción.
Los animales, que se espera lleguen a ser más de 10,000 ejemplares de más de 300 especies para finales de año, provienen de capturas, granjas y demás donaciones. El agua de mar provino del Golfo de México y la arena de las playas de Florida.
El drama de los delfinarios, un ejemplo
Aunque se les ve y se les vende como seres felices, el drama de los delfines en cautiverio es por demás conocido. Para llegar a los espacios de entretenimiento pasan por una captura terrible en donde son atrapados con redes o pinzas que les sujetan de cola y cabeza. Muchos mueren en el proceso por el shock de ser capturados, y otros por las lesiones con las que son abandonados al ser inservibles para los fines buscados.
Una vez en cautiverio, sobre todo después de haber vivido en el mar, la adaptación del delfín es complicada. De nadar libremente en el mar se encuentran con espacios reducidos en los que chocan muchos con resultados mortales. Un delfín se acostumbra a nadar varios kilómetros al día; además de llegar a nadar a varios metros de profundidad.
La alimentación de los delfines es deficiente. Comiendo animales muertos que les son lanzados en cautiverio, muchos delfines sufren en acostumbrarse a tal punto que se les administra el alimento con tubos que son introducidos hasta sus estómagos.
Otros temas como su ecolocalización y el estrés que significa vivir en cautiverio, son más puntos en contra para los delfines que una vez capturados ya no vuelven a ser normales.
Algunas justificaciones para los delfinarios es que su existencia logra que el ser humano valore y entienda la importancia de la conservación de los mamíferos acuáticos, además de servir como ayuda a los delfines de una muerte segura a causa de la pesca incidental y sus depredadores naturales. En realidad una educación real y con valor sería -en principio- entender el papel de cada especia dentro de sus ecosistemas naturales; y no en cautiverio.
Quizá haya que evocar a Jacques Cousteau para comprender la importancia que significa mantener a los animales en sus hábitats, en lugar de trasladarlos a espacios confinados donde su único propósito es entretener a los humanos; y nada más. Quizá haya que ponerse en el papel de los animales y no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran.
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