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Festival Nrmal 2015, todo menos «normal»

Texto por Asfaltos.
Fotos de Niña Papalote Barbosa.

El pasado sábado 28 de febrero fui invitado por mi amiga Niña Papalote a la primera jornada del Festival Nrmal 2015. Catalogado por el propio festival como una propuesta enfocada «en presentar una programación musical fresca, propositiva y con un toque arriesgado, con énfasis en la potencia y calidad de los actos en vivo», el Festival Nrmal cumple de entrada con las expectativas.

Sin grandes nombres (quizá uno que otro), el público del Nrmal es un público ávido de nuevas sorpresas, o por lo menos con las ganas por descubrir proyectos que se integren posteriormente a sus gustos musicales. Eso sí, contrario a lo que su nombre da a entender, el Festival Nrmal es todo menos «un festival normal».

De entrada el lugar en el que se llevó a cabo me llamó particularmente la atención. Si me hubieran dicho en los 60’s y 70’s que un festival de música que congregaría a varios jóvenes sería realizado en instalaciones de algún ejército, lo hubiese considerado una broma cruel y hasta tonta; sin embargo, el Nrmal se llevó a cabo en el Deportivo EMP administrado precisamente por el Estado Mayor Presidencial.

No es la primera vez que el Nrmal se lleva a cabo en este lugar, ni es la primera vez que un evento que congregue a varias decenas de «civiles» se realice en este espacio (ya lo ha hecho el Mundial Ecuestre), sin embargo no dejaba de llamar la atención la llegada de jóvenes que pasaban junto a soldados uniformados; y que es más, una vez dentro de las instalaciones del Estado Mayor Presidencial se oliera uno que otro churro de mota.

Eso sí, las instalaciones eran perfectas para el evento, y la organización fue estupenda. Con dos escenarios, uno principal dividido en dos (el Azul y el Rojo), y uno más chico pero aún más arriesgado en sus propuestas (el Red Bull Music Academy), el Nrmal siempre cumplió en tiempos con lo prometido. Quizá el acceso fue un poco complejo al tener una sola entrada y al fallar en varias ocasiones el código QR de la empresa de boletos contratada por el festival, pero fuera de ello todo muy bien (de verdad que sí).

Hablando de lo musical hubo momentos buenos, y algunos no tanto. Llegué junto a Niña Papalote a ver a Metz, proyecto que reseñé hace ya casi dos años en mis Jueves independiente, y que por lo tanto moría por ver en vivo. ¡Qué tremendos son en vivo! Con energía pura, el rock a flor de piel, los canadienses nos regalaron su versión del grunge noventero que tanta falta nos hace entre sintetizadores y derivaciones del pop ¡y vaya que prendieron!

La cosa se puso extraña y quizá hasta tediosa con la presentación del australiano Kirin J. Callinan. Como bien lo destaca Pitchfork en la reseña de su álbum Embracism (2013), Kirin es «poco convencional y provocativo»; de eso no hay duda. Pero si me preugntan si es alguien de interés musical (por lo menos en su versión en vivo, que en estudio sí hay por dónde entrarle)… vaya, quizá ahí difiera un poco. La verdad traía muchas ganas y el público -que tampoco se destacó por «prendido»-, actuó quizá un poco frío con la propuesta. La verdad nada memorable, si no fuera por los desfiguros con los que saltó al escenario.

Después de Kirin tocó el turno de El Último Vecino, éste sí un proyecto con más «carnita». Los españoles, que no dejaban de agradecer el estar de visita en México a pesar de haber cruzado el charco (aparentemente por el miedo del cantante a volar), regalaron un concierto (éste sí) salpicado de synthpop y technopop. Su sonido me recordó mucho a lo que ya había escuchado de propuestas similares como Dorian (aunque sin la fuerza de éstos). Sí, sin nada nuevo, pero con muchas ganas.

En punto, y siempre alternando escenarios para hacer más ágil el escenario, tocó el turno de Peaking Lights. Aquí sí la verdad me aburrí y tremendamente. Más derivaciones del pop, y algo de dub, en un proyecto cuyas canciones sonaban una y otra como si fueran las mismas. No lo voy a negar, fue una tortura escuchar la misma canción eternamente. Estuve a dos de pararme en medio del público y gritar «Boring!», pero me contuve.

Hacia la recta final, comenzando con Chain & The Gang, empezó a animarse más la cosa. Rock con pocos elementos, muy parecido al punk, Chain & The Gang se subió al escenario Azul con muchas ganas y una propuesta -si bien sencillísima- tremendamente pegadora. Regresaron las guitarras y dejamos descansar los sintetizadores.

En punto de las 20:00 horas, en un escenario con incienso y elementos prehispánicos, además de alguna que otra planta, se subió Porter. ¡Qué tremendamente buenos son en vivo! Les voy a confesar que Porter era el grupo que más quería escuchar en la jornada sabatina, ¡y vaya que no me defraudaron! El momento más emocionante fue escuchar Daphne en vivo, la canción que acompañó mi adolescencia, me hizo enchinar la piel; otros buenos momentos fueron Cuervo, Host of a ghost, Murciélago, Huitzil y la bellísima La china.

Tras la presentación de Porter tocó el turno de Fatima & Eglo Band. Nacida en Suecia, pero con residencia actual en Londres, lo que destaca de manera profunda en la propuesta de esta agrupación es absolutamente la potencia de la voz de Fatima; quien acompañada de la Eglo Band, con guiños muy claros a lo latino, brilló con luz propia.

La única pausa entre los escenarios Azul y Rojo fue cortesía de la falta de Machinedrum, quienes dieron oportunidad del lucimiento una vez más de las locuras de Kirin J. Callinan, a quien definitivamente recordaré más por sus desfiguros en el escenario y fuera de él, que por su música.

¿Y para el cierre? The Black Angels y Phantogram. Los primeros, con su rock y psicodelia muy marcada, dieron uno de los mejores recitales en vivo; los segundos, dieron lecciones de cómo tocar en vivo, con variedad y diversos elementos a su mano ejecutaron de manera estupenda su rock electrónico que marcó el final del primero de dos días del festival Nrmal.

El Nrmal es una experiencia que no se deben perder quienes gustan de la música; eso sí, quizá por la misma realidad de la escena musical actual, nos encontraremos con pocas sorpresas y mas bien un reciclado de sonidos, que si bien no son malos, nos ponen a pensar a veces en lo poco novedoso y arriesgado que resultan en ocasiones las «nuevas propuestas».

Mención aparte a lo extraño que me sigue pareciendo «la hipsteriza», con su moda entre hippie y ochentera, pero vendida a las marcas y al esnobismo a todo lo que dan. Más la noción de presumir que están ahí, que actualmente disfrutar de lo que viven.

Del segundo día me quedé con ganas de ver a Buscabulla y a Diosque, así como a Meridian brothers y Swan. ¿Ustedes fueron? ¿Me cuentan?

 

 

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