Por Gina Szclar.
La edad le sienta bien, de eso no cabe duda. Peter Greenaway se ha vuelto más conversador, más accesible, más terrenal pero también más repetitivo.
El cineasta galés que en 1982 nos asombró con su primera película «El contrato del dibujante», para luego cuestionarnos en 1985 con su maravilloso film «Una zeta y dos ceros» y de ahí en adelante sorprendernos con cada nuevo proyecto, se ha vuelto reiterativo, carente de imaginación y de invención.
Su más reciente producción «Einsenstein en Guanajuato» es un homenaje/biopic a uno de los cineastas más relevantes en la historia del cine. Grrenaway apuesta por explorar al extremo la parte humana del director ruso desdibujándolo y presentándolo casi caricaturesco.
La historia ha sido poco contada pero muy conocida: la visita a México de Serguéi Eisenstein en 1932 y su encuentro con Palomino Cañedo quien fuera su guía y que lo llevaría a descubrir y a explorar, no sólo México, sino la sexualidad reprimida del joven ruso. Greenaway nos muestra a dos hombres jugando a ser homosexuales jugando a ser niños, de ahí, que «justifique» el exceso de escenas eróticas, de falos y de trasgresiones. «El filme trata sobre el principio y el final de la vida, el sexo y la muerte que a final de cuentas es todo lo que importa» nos dice el director.
Como en todos filmes, la técnica es perfecta, los detalles sumamente cuidados, la edición intercala magistralmente escenas de las películas de Einsenstein, la ambientación, la escenografía, el arte en general al exceso y al extremo como siempre, preciso y perfecto, sin embargo, no es suficiente para lograr que la historia nos atrape.
En un discurso, también repetitivo en los últimos diez años, «el cine ha muerto ya no tiene nada nuevo que ofrecer más que textos ilustrados», Greenaway sigue haciendo cine, su consejo a los nuevos cineastas es «paren de hacer cine» mientras que él nos habla de proyectos que tiene hasta el 2019. Nos dice que los viejos directores que siguen en activo no cesan de repetirse cuando en esta película, repite una y otra vez la fórmula que lo hizo diferente. Greenaway se auto plagia, se auto homenajea y se auto repite.
El pasado 20 de enero presenciamos una cálida y larga charla titulada «Alfabetización audiovisual», misma en la Greenaway nos maravilló con las intervenciones que está haciendo en cuadros e iglesias; un director vital, renovado, totalmente alejado de lo que vimos en pantalla con «Einsenstein en Guanajuato», habló del cine como un arte tan joven que es una pena que comience a morir. Durante tres horas habló de las posibilidades que brinda la revolución digital y vaticinó la caída de Hollywood en los próximos 10 años, aportó datos duros pero también ideas nuevas, jugó con el espacio fílmico mucho más allá del encuadre de un rectángulo, nos brindó un festin visual/auditivo inesperado, así que no nos queda más que pensar que un tropezón lo tiene cualquiera.
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