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El nuevo mapa de gobernabilidad en México

Por Daniel Higa Alquicira.

Se movió el mapa de gobernabilidad en México. Las elecciones del pasado 5 de junio han tenido resultados importantes en materia de transición en el poder de estados muy importantes, como Veracruz y Tamaulipas, que nunca han sido gobernados por otro partido que no sea el PRI.

Pero más allá de los números, donde el PRI perdió Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo y los ya citados Veracruz y Tamaulipas; la realidad indica que estos resultados pueden ser impulsado en gran medida por el “voto de castigo” de la sociedad.

Un castigo a las malas gestiones de los partidos gobernantes, incluido el PAN, que perdió Sinaloa y Oaxaca. Una muestra del hartazgo que invade el ánimo de las personas al ver cómo los políticos se enriquecen groseramente, ante un sistema de justicia que opera en las tinieblas para no castigar a estos personajes.

En el caso de Veracruz, con un personaje como Javier Duarte que originó una especie de desequilibrio emocional en ese estado, con sus acciones dignas de un “virrey”, su incapacidad de frenar la violencia y de ser omiso en casos de justicia social.

Tal vez éste sea el ejemplo más emblemático de la podredumbre que invade a las clases políticas locales. Impunidad a su máximo esplendor, libertad para manejar recursos millonarios a la orden del gobernador y una sociedad que se desmorona en medio del caos, la impunidad y la falta de justicia.

Miguel Ángel Yunes, el gobernador electo –surgido de la coalición PAN-PRD–, ya aseguró que va tras Duarte y lo va encerrar en la cárcel. Francisco Javier Cabeza de Vaca, el ganador de Tamaulipas, también afirmó que va por los alcaldes ligados al crimen organizado; lo mismo dijo Javier Corral en Chihuahua.

“Estas promesas son similares a las que hicieron Jaime Rodríguez ‘El Bronco’ en Nuevo León y Claudia Pavlovich en Sonora hace un año”, dice un análisis del Centro de Investigación para Desarrollo A.C. (CIDAC).

Y agrega el centro: “al igual que Pavlovich y Rodriguez, Yunes y Corral están comprometidos con arrojar resultados contundentes en contra de los exgobernadores y llevar gobiernos transparentes, ajenos de actos de corrupción y prácticas opacas, de lo contrario se harán acreedores del descontento de los ciudadanos que les dieron el triunfo”.

Ésto ha sido una de las mayores demandas de la sociedad, castigar a los políticos locales corruptos y que hasta ahora parecen intocables. Llama la atención el hecho de que en al menos tres de los estados en donde los nuevos gobernadores virtuales dicen que irán tras los personajes sospechosos, en los tres el crimen organizado lleva muchos años dando muestras de un poder local inmensamente superior a lo esperado.

Chihuahua, Tamaulipas y Veracruz, han sufrido de la injerencia del narcotráfico y el crimen organizado en sus estructuras institucionales. En los estados del Golfo de México, Los Zetas se volvieron dueños de la vida política y económica de la región, influyendo en todos los ámbitos de vida cotidiana.

¿Hasta dónde permitirá este contexto que los nuevos gobernadores logren su objetivo de castigar a los políticos y autoridades ligadas al crimen organizado? ¿En qué momento comenzarán a rodar cabezas –literalmente lo digo– de asesinatos, secuestros y desapariciones para frenar estas intentonas de cambiar el escenario actual?

Sin ser pesimistas, parece que las elecciones son como el final feliz de una historia de amor que resume la posibilidad de la ciudadanía de elegir a sus gobernantes en un sistema democrático perfecto.

Pero esta ilusión se difumina de inmediato cuando se revisan las cifras de muertos, desaparecidos, secuestrados y de políticos locales amenazados y asesinados. La realidad indica que para lograr las promesas de campaña, al menos en materia de justicia, se necesita ser un superhéroe, cosa que hasta el momento ninguna alternancia política electoral ha logrado.

La vida democrática funciona a grandes rasgos en México, pero no alcanza a permear la gobernabilidad de ciertas regiones del país. En algunas zonas de Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Michoacán, Coahuila y Veracruz –solo por nombrar algunos–, gobierna el miedo, la impunidad y la ausencia de justica.

Para estas zonas olvidadas del sueño electoral y democrático, las urnas son una herramienta inútil que no sabe en realidad cómo funcionan o para qué sirven. Ésta es la vida de un México casi olvidado.

Foto: Aketzalli.

 

 

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