Por Ana Escárcega.
La quinta cinta del actor y director Tim Blake Nelson nos ofrece una reflexión sobre las relaciones humanas y el aislamiento. Como promete el título, vemos personajes que viven, sufren y alivian diferentes tipos de dolor, físicos y mentales -y sus formas de lidiar con ellos-: drogas, alcohol, daño autoinflingido; sin embargo, para el espectador esto resulta mas bien superficial. Al inicio de la película, un benevolente profesor de filosofía, Walter (Sam Waterston), es brutalmente agredido cerca de su apartamento en el Upper West Side de Nueva York; la película se vuelve más anodina a medida que se limita a los problemas de aquellos estrecha y tangencialmente relacionados con él. El hecho de que la pieza de conjunto interconectada de todos ellos se haya convertido en un elemento básico del cine independiente estadounidense –muy al estilo de «Crash» (Haggis, 2004) o «Babel» (González Iñárritu, 2006)-, limita bastante el impacto de las revelaciones estructurales de Nelson; no resulta obvia una línea de visión poética de manera inmediata, mientras que el profuso diálogo lo es demasiado. Este soliloquio es típico de Nelson: narrar sentimientos sinceros pero con un pesado y poco eficiente enfoque para medir el estado de sus personajes. A pesar de su interesante premisa, la visión de Nelson no es necesariamente un buen esfuerzo y se queda en el intento.
Cabe resaltar las actuaciones de Ben Konigsberg y Hannah Marks como nietos del profesor de filosofía; adolescentes que lidian con los problemas propios de su edad y con el probable cáncer de su madre, fumando marihuana en la azotea de su edificio. Otras corrientes narrativas corresponden menos directamente a la historia de Walter -al menos al principio-, pero también tocan temas ligeramente unificadores con la adicción y el aislamiento. Abandonada por su esposo en Nueva Jersey, el personaje de Gretchen Mol, como madre de suburbio, se lamenta por su antigua vida en la ciudad y se refugia en el alcohol. Mientras que en la gran ciudad, Joe (K. Todd Freeman), un educado pero empobrecido drogadicto, termina en rehabilitación, arrastrado por su mejor amigo de la infancia, Jeffrey (Michael K. Williams). Nelson y su editor Mako Kamitsuna no tejieron tanto estas historias sino que sistemáticamente las alternaron, simplemente dejando caer las conexiones cronológicamente, lo que deja una sensación de falta de cohesión. Quizás sería muy ingenuo pensar que esto no fue hecho a propósito, aunque tampoco es propicio para la tensión dramática: en la hora y media que dura, los sucesos se sienten cada vez más flojos de lo que deberían.
El problema principal con la cinta es que el peso de la premisa de la misma recae casi en su totalidad en los diálogos de sus personajes, así como en la didáctica sentimentalista de los monólogos de Walter. Aún más evidente como portavoz de las ideas de la película, y posiblemente como una figura de intensidad sombría, el carácter maniqueo del personaje de Stewart no recompensa el compromiso e inteligencia habitual de la actriz, mientras que Glenn Close termina siendo muy poco aprovechada como recurso. Considerando que hablamos de cine y no de literatura, lo ideal es que se exploten los elementos fílmicos (visuales) y no los literarios, es por este motivo que la cinta se queda a la mitad, habiendo lanzado una buena premisa, pero no logrando llegar muy lejos. Los elementos artísticos que se perciben en la pantalla resultan más proficientes que elegantes y al final, algunas de las conexiones revelan ser verdaderamente aleatorias. En una película que pontifica tan seriamente sobre la importancia de la verdad, este truco se siente un tanto falso.
La buena noticia es que todas las escenas individuales, incluso las que parecieran ser la grabación de una obra de teatro en la pantalla, tienen una escritura aguda, buenas actuaciones y pueden ser interesantes por sí mismas. Un espectador impaciente podría preguntarse qué demonios tiene que ver una escena con la siguiente, pero con cierto optimismo se puede ver como una serie de cortometrajes independientes sobre la condición humana.
Para tu disfrute y juicio personal, «Anestesia» llega mañana a cines nacionales.
Con imágenes cortesía de Amarok Films.
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