Zoé brindó el mejor espectáculo de cierre del Vive Latino 2014. (Foto OCESA/ Chino Lemus).
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Vive Latino 2014: Día 4

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Por Asfaltos.
Fotos cortesía de OCESA (Fernando Moguel, Lulú Urdapilleta, Chino Lemus, Raúl Kigra, José Jorge Carreón).

Todo viaje llega necesariamente a un final; así, con un clima que amenazaba con repetir la última experiencia mojada del día anterior, el Vive Latino se preparaba para su despedida. A medida que la hora de inicio se acercaba, los asistentes empezaron a llenar de vida a un festival que se ha ganado su espacio en la ciudad; los asistentes, quienes son oxígeno y sangre del festival, llenaron una vez más el foro.

Mi recorrido comenzó por la Carpa Intolerante, donde me dispuse a ver a Los Fontana, agrupación de rock-folk mexicano que se mostró sorprendida por un público, en el que si bien había curiosos y varios que buscaban refugio de una lluvia que empezaba a sorprender, se constituía en su mayoría por gente que les había ido expresamente a ver. El fantasma de la granizada del día anterior se hacía presente, pero no minaba el ánimo de quienes empezaron a moverse al ritmo de los músicos. Destacaron Dame tiempo, coreada por los asistentes; El panteón, que me hizo recordar Calaveras y diablitos de los Cadillacs; Gypsy, igualmente muy coreada; y la que más me gustó, He venido a confesar, en la que subieron al escenario a Líber Terán con quien la compusieron.

Después, aún con la lluvia presente, me lancé al Escenario Unión Indio para ver a Su Majestad Imperial, Silverio. He de confesarles que nunca había visto a Silverio en vivo, y también he de confesarles que me llevé una muy grata sorpresa. Con un traje color oro, seguramente de varios quilates (ajá, cómo no), Silverio empezó su participación con su emblemática Yepa, yepa, yepa. A medida que la intensidad de la lluvia aumentaba, lo hacía el escenario con un Silverio encendido. Con potentes melodías de electro punk, Su Majestad dio muestras de su realeza. Tras mentadas de madre, Silverio presentó canciones que sacudieron el frío del clima como Culo, Perro y Salón de belleza. Sorprendió la presencia de Laura León «La tesorito» con quien interpretó Suavecito, sin duda uno de los momentos favoritos del Vive.  Con un público entregado entre los que destacaron dos individuos que siguieron el ejemplo nudista de Su Majestad, Silverio dio muestras de que si bien no sabe bailar, «armar una pachanga» es algo que se le da y se le da muy bien (sonó a anuncio).

Tras escapar un poco de la lluvia, y entre empujones del público que entraba en letargo por el clima, logré llegar al Escenario Indio para ver a La Gusana Ciega, quienes por cierto, están próximos a presentar un disco nuevo. Logré llegar entonces a Tornasol, subiéndome en esta ocasión a las gradas para observar el espectáculo de impermeables y bolsas que formaban parte del atuendo oficial del festival. Parecía que al ritmo del coro de Me puedes («me vas a ver llorar») la lluvia no nos dejaría en paz; sin embargo La Gusana Ciega, con varios años de trayectoria, se encargaron de hacernos olvidarla por un instante. Con la presencia en el escenario de Madame Recamier, La Gusana interpretó canciones como Entra en el agua, la siempre sexy Ella estrella y Yes sir I can boogie, entre otras. Al final, y casi como arte de magia, Daniel Gutiérrez (vocal) pidió al público un acto de despedida; que saltaran, y de ese modo, hicieran vibrar el suelo para hacerse sentir. Receptivo, el público lo hizo; y a la vez que sonaban los últimos acordes de La Gusana Ciego se asomó el sol, la lluvia había desaparecido y dejaría en paz al Vive Latino en su quinceañera despedida.

Con el sol una vez más de vuelta me lancé al Escenario Unión Indio para ver a los Rebel Cats. Presentando de manera especial su último trabajo en el que se hacen acompañar de músicos diversos, los Cats salpicaron con su rockabilly la recta final del festival. Con invitados como Dr. Shenka de Panteón Rococó, para cantar Gato rebelde; Darío, Ivan Vidauri, Roger y Piojo de Comisario Pantera, para cantar Para nada; Marcela Viejo de Quiero Club, para cantar Mala influencia; Abulón, para La chica rockabilly; Jay de la Cueva; y Álvaro Enríquez de Los Tres; entre otros, la versión en vivo del Rebel Cats y sus amigos (nombre del último material) resultó definitivamente alucinante. Así lo dejaron en evidencia quienes no dejaron de moverse en un show que terminó con un popurrí de canciones clásicas del rock & roll.

Terminando el espectáculo de los Rebel Cats me dispuse a dar una última vuelta por el Foro Sol. Disfrutando del color del lugar que combinaba familias, parejas y amigos, me detuve por un momento en el Tianguis Cultural del Chopo. Lo siento, es inevitable para alguien que gusta de la música asomarse por un instante a esos puestos que conoce precisamente del Chopo, pero que siempre, invariablemente, tienen alguna nueva oferta que por alguna u otra cosa se nos había escapado. Entre los souvenirs me traje el documental No tuvo tiempo, sobre el «Profeta del Nopal» Don Rockdrigo González; la película ¡Naco es chido! de Sergio Arau sobre su mítica Botellita de Jerez; y quizá una de esas sorpresas que espero no se hayan perdido, el Rock Independiente Vol. 10, que no es otra cosa que un compilado de disqueras independientes, gratuito, con motivo del XV Vive Latino.

Tras ese paseo con cierto dejo de melancolía, propia del final de un festival donde por cuatro días todo se mueve alrededor de la música, me lancé a una de las presentaciones más esperadas.

En punto de las 21:00 horas se presentó en el Escenario Unión Indio el gran Fito Páez. Enfundado en un abrigo blanco, con gafas oscuras; Fito Páez regaló a un público entregado uno de sus mejores conciertos. Entre los highlights de la presentación me quedo con la sensacional Margarita, dedicada a su hija del mismo nombre y a la que nombró «la mujer que más amo en el mundo»; Al lado del camino, siempre poderosa y que aceptó que aún canta con la frente en alto, a pesar de las siempre difíciles palabras; Polaroid de locura ordinaria, que dedicó a una chica «bravísima» del público llamada Yazmín (cuya línea «sus tetas y sus dos hermanas tomaban un café» encajaba de manera ideal); y la siempre incendiaria Ciudad de pobres corazones. Corriendo para ver la presentación de Zoé, última para mí de la noche, me despedí de Fito.

Llegando justo a tiempo para ver una vez más a Zoé en un Vive Latino, empecé escuchando No hay dolor de su Reptilectric. Con un setlist inicial que incluyó canciones de sus dos más recientes materiales, entre ellas la muy coreada 10 A.M.,  Zoé empezó a dar paso a canciones que se han vuelto clásicos como Vía láctea y Nada, de las más coreadas (en especial Nada, que sonaba increíblemente emotiva con ayuda de todos los que la cantamos y los estupendos arreglos que la volvieron sumamente explosiva). De las nuevas destaco Arrullo de estrellas, que casi me deja sordo, y no por la interpretación de Zoé, sino por los gritos de las mujeres a mi lado que casi colapsan de la emoción; no, no lo niego, la canción es preciosa y la versión en vivo no defraudó en absoluto. A petición expresa de los fans, y siendo otra de las interpretaciones que enchinó la piel por los coros del público, Paula fue otro de esos momentos espectaculares de la noche. Para cerra una noche mágica, y pidiendo a los asistentes que nunca pierdan la esperanza, Zoé terminó con una versión más rockera de Love. De las veces que me ha tocado ver a Zoé, ésta, en especial, la guardo en la memoria por la fuerza de sus interpretaciones, y la energía del público presente: ¡espectactular!

Ya casi con las 11 de la noche encima, corrí para ir a casa y sentarme a escribir estas letras con las que cerramos la #CoberturaRCMX del Vive Latino 2014. Si bien han habido varias palabras para un festival que llega a su edición número XV, entre las que destacan las de despecho por un «Vive que no es el mismo», o la seducción del Poder (con P mayúscula) de la rebeldía (con r minúscula); el Vive Latino se puede definir en gran medida por la cantidad de energía que en éste se emana. Energía que, como las vibraciones del piso a petición de Daniel de La Gusana Ciega, retumba más allá de un epicentro que duró cuatro días y que tardará un año completo en regresar. La música seguirá sumando nuevos artistas y nuevas canciones, y ésta, seguirá inspirando a quienes al escucharle le hacen simplemente suya. Que hay cosas que reflexionar y otras muchas en las que actuar, de eso no hay duda; que no resulta malo el espacio que desde un inicio brindó este festival a propuestas como las que hemos disfrutado, tampoco. Que sea pues éste el epicentro; que seamos sensibles a la vibración de la que todos somos parte con un simple brinco que en compañía de otros cientos, se convierte en un temblor.

¡Hasta luego, Vive Latino! ¡Nos vemos el próximo año!

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