Fiestas de fin de año: las fiestas del Sol.
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Fiestas de fin de año: las fiestas del Sol

Por Enrique Figueroa Anaya.

Si bien hoy por la noche muchas familias mexicanas se sentarán a la mesa con motivo de la Navidad, hace muchos, pero muchos años, los hombres y mujeres que nos antecedieron vivieron en estas fechas momentos donde se debatía la vida y la muerte. Eran tiempos de esperar que la vida renaciera tras lo que era un verdadero temor del fin de los tiempos.

En las fechas cercanas al solsticio invernal, hombres y mujeres crearon ritos y ofrendas que, si bien no les aseguraban nada, por lo menos sí les daban cierta certeza de que habrían tiempos venideros. El invierno significaba entonces esterilidad e inmovilidad, lo que ocasionaba tiempos difíciles que había que ahuyentar.

En la India, por ejemplo, el Makar Sankranti celebra con comidas, fogatas y presentes la llegada de la primavera; el Soyal, para los zuni norteamericanos, se trataba de un ritual para invocar el regreso del Sol tras su sueño invernal. Había pues, una relación muy fuerte entre las culturas de la antigüedad y la invocación del Sol, que por cierto, representaba en muchas tradiciones a los dioses más poderosos.

Es entonces clara la presencia de un ciclo agrícola coincidente con el hecho de que muchas de las deidades relacionadas al Sol tuvieran características de dualidad; es decir, de vida y de muerte. Osiris, de tradición egipcia, representaba a la vez la fertilidad y la muerte; Baal, divinidad en varios pueblos del Asia Menor, representaba a la vida y a la fertilidad.

En la denominada Edad de Oro romana, en los primeros años del cristianismo, los romanos celebraban con comidas, fogatas y regalos las fiestas en honor al dios Saturno; dios agrícola al que se le atribuía la creación del hombre. Fue tan fuerte la tradición de la fiesta, que se extendió a varios días donde se suspendían todo tipo de actividades; inclusive los esclavos eran liberados. Desde entonces, en medio de aquellas fiestas, el 25 de diciembre (que llegó coincidir con el solsitcio de verano) formaba parte de las celebraciones con el festejo en honor a Baco, dios agrícola.

En 220, por designio del emperador Heliogábalo, el 25 de diciembre se asignó como Dies Natalis Solis Invict, es decir, natalicio del Sol invicto. A partir de entonces, y por decisión de los gobernantes en turno, se añadieron más deidades a la fecha como sucedió con Mitra y Sol Oriens (Sol naciente). Todo transcurrió así, hasta que bajo el gobierno de Constantino de 306 a 307, el cristianismo se convirtió en la nueva fe.

Entre los promotores en decidir el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret, se encontraron Teófilo de Antioquia y Sextus Julius Africanus de Libia. Si bien la idea no prosperó de la manera en la que se esperaba, textos romanos del s. IV dan cuenta de que ya se celebraba el 25 de diciembre como la fecha de nacimiento del Cristo.

La fecha prosperó tanto que a finales de la Edad Media se celebraba el 25 de diciembre con grandes banquetes, además de regalos y árboles adornados. Fue a partir del s. XVI, con la colonización europea en América, Asia y África, cuando la Navidad realmente se globalizó.

Como estrategia de expansión, los evangelistas sumaron características locales de los sitios a los que arribaban para lograr con ayuda del sincretismo el que la fiesta se arraigara. De ahí el pino adornado con manzanas proveniente de Alemania; el Santa Claus con características nórdicas; los nacimientos de San Francisco de Asís italianos; la Nochebuena y las pastorelas mexicanas; las posadas españolas; y las piñatas chinas.

Si bien las fiestas de fin de año han adquirido matices religiosos y comerciales, a fin de cuentas, y como cada año, el Sol cumple un ciclo que forma parte de nuestras vidas; un ciclo que representa renovación; vida y muerte.

 

 

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