Así viví el terremoto del 19 de septiembre de 1985

Columnistainvitado
Por Jorge Figueroa Márquez
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Fotos cortesía de David y Ximena Peña.

Vivía junto a mi familia sobre la calle de Zacatecas, en la colonia Roma; y aquella mañana, la del 19 de septiembre de 1985, se me había hecho tarde para ir a trabajar. Justo cuando estuve a punto de salir de casa, empezó a temblar.

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El temblor se fue intensificando. Nos preocupamos mi mujer y yo y nos fuimos a ubicar en el quicio de la puerta de nuestra recámara mientras el temblor seguía.

#ArchivoRCMX // Terremoto en México el 19 de septiembre de 1985.

 

Mientras temblaba se empezaron a escuchar ruidos, se cayeron algunas cosas y se estrellaron algunos vidrios del edificio de tres pisos donde vivíamos. El temblor duró mucho hasta que empezó a bajar su intensidad. Para mí duró una eternidad.

Al ir bajando la intensidad del sismo nos calmamos; nunca cundió el pánico, nunca lo hubo. Mi suegra, que aquella mañana había estado abajo haciendo limpieza en la cochera, subió y nos platicó cómo se había quedado quieta mientras temblaba y veía cómo se le movía el agua de una cubeta. A mi mujer, embarazada de mi primogénito, le dije que me iba a dar una vuelta para ver qué había sucedido por los ruidos que escuchamos aquella mañana.

#ArchivoRCMX // Un día después del 19 de septiembre de 1985.

 

Salí, y lo primero que hice, fue voltear a la izquierda para encontrarme con sorpresa la jaula de un edificio de diez pisos que yo siempre veía de la azotea hacia arriba. La jaula estaba ahora en el suelo y el edificio también. Voltee a la derecha y vi cómo sobre la calle de Zacatecas, entre Tonalá y Jalapa, una casa vieja se había derrumbado y gente, con una sábana encima, estaba sacando a otra persona.

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Asombrado por lo que veía, seguí caminando hasta dar vuelta sobre Tonalá hacia Querétaro ya con un ambiente muy tenso. Había gritos, gente que alzaba la voz diciendo «¡cuidado porque huele a gas, hay fuga, no vayan a encender nada!». Escuchaba más gritos. En esa esquina, la de Querétaro y Tonalá, la noche anterior había llevado un traje a la tintorería; ahora había cero tintorería y cero traje. Seguí caminando sobre Querétaro hasta dar vuelta en Monterrey, y ahora con rumbo de vuelta hacia Zacatecas, seguía viendo a la distancia más derrumbes.

#ArchivoRCMX // El día más difícil de la radio en México.

 

Ya, de regreso en casa, le dije a mi esposa que se cambiara, que había que ir a ver cómo estaba todo, que no se lo imaginaba y yo tampoco. Caminamos varias calles de la colonia Roma, de su querida colonia Roma, hasta toparnos con un edificio en la calle de Orizaba (en el parque que está en Orizaba y Zacatecas); la cimentación de aquella construcción había sido arancada del suelo. Seguimos caminando y vimos más edificios caídos, gente movilizándose en las calles, y muchos muertos.

Aquella mañana se había habilitado la sede del PRI, que estaba entre las calles de Querétaro y Zacatecas, como un centro de ayuda. Caminamos y caminamos al tiempo que vimos destrucción. Llegamos a Álvaro Obregón, avenida donde parecía que se había abierto la tierra, y nos encontramos un pavimento sorpendentemente floreado. Seguimos caminando, en silencio, sin hablar, simplemente observando.

#ArchivoRCMX // Orden en medio del caos: sociedad civil.

 

El edificio donde estaba W FM, en las calles de Guanajuato y Monterrey, estaba hecho sándwich. Recuerdo que en aquella esquina yo solía tomarme mi licuado de fresa con mi panqué; y ahora, ya no había puesto. Tras todo el caminar llegamos a la calle de Durango en donde hay un Vips cerca del Palacio de Hierro y donde nos metimos a desayunar; a tomar un café o algo. Nos sentamos en una banca junto a la calle y estuvimos ahí un buen rato sin hablarnos; estábamos impresionados por lo que habíamos visto.

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Llegó la noche, y mientras veíamos las noticias con Jacobo, a las 7 y cacho anuncia algo que sólo podía causarnos horror: «Otra vez está temblando». Así lo sentimos.

#ArchivoRCMX // Calles de México: Plaza de la Solidaridad.

 

El efecto fue inmediato, agarramos los papeles principales mis suegros, mi mujer y yo, y pensamos que si no nos había tocado en el primero, en éste ahora sí. Bajamos un poco nerviosos por lo que habíamos visto e imaginando lo que pudiese pasar. Yo no atinaba a meter la llave para abrir la puerta del edificio por los nervios, pero finalmente logramos salir. No fuimos los únicos, todos en la calle en la que vivíamos estaban afuera. Desde los helicópteros del ejército que ya estaba en las calles, se pedía calma y tranquilidad mientras luces caían sobre una ya aterrorizada multitud.

Nuestra decisión fue salir rumbo a Insurgentes Sur, sitio en el que se movían aunténticos ríos de gente, todos saliendo de sus casas. Nosotros no queríamos pasar la noche ahí, era traumático el sólo pensar en hacerlo por lo que había pasado y lo que pudiera suceder. Mi mujer le habló a una amiga y decidimos quedarnos allá.

#ArchivoRCMX // ‘No tengo tiempo’, versión Roger Blues.

 

Pasaron los días y la «temblorina» me duró tres o cuatro años. ¿Qué era eso? ¿La temblorina? Cualquier movimiento telúrico por más bajo que fuera, yo lo detectaba. A la fecha puedo predecir casi con un 90% de precisión la intensidad de los temblores.

 

 

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